La situación ha pasado, en pocos días, a un nivel preocupante.
Muy mal deben estar las cosas cuando Miguel Ángel Mancera tuvo que llegar al extremo de afirmar que los titulares de la Procuraduría General de Justicia y de Seguridad Pública no tienen garantizada su permanencia en el gobierno de la ciudad si no dan resultados.
Y deben estar peor cuando se deja "apuntalar".
Por un lado, con el respaldo de los gobernadores de Guerrero, Morelos y Tabasco. Por el otro, a través del apoyo público del líder nacional del #PRD, Jesús Zambrano. En ambos casos, lo que el Jefe de Gobierno deja en evidencia es la falta de tacto y de táctica para enfrentar, con la eficiencia debida, las situaciones complejas y críticas de la ciudad.
Recordemos que su problema es multidimensional.
Tiene un problema de agenda, otro de coordinación con su equipo de primer nivel y uno más en el diseño del mensaje. Por si fuera poco, Mancera gobierna con fuertes divisiones al interior de los partidos que lo llevaron al poder, se ha empeñado en acentuar la distancia con Marcelo Ebrard y los grupos que lo respaldan, y ha dañado la relación con algunos medios de comunicación.
Esta situación se explica de una sola manera:
La estrategia no está cumpliendo con eficiencia ni su misión ni los objetivos que se propusieron. En las actuales circunstancias no le alcanza su preparación profesional ni la experiencia que tuvo al frente de la PGJDF. Tampoco la buena relación que ha logrado con el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.
¿Cuáles son las consecuencias de esta realidad?
Pues nada más ni nada menos que los errores ya están causando los primeros estragos en la imagen del Jefe de Gobierno. Los resultados de las encuestas en torno a estos conflictos muestran ya ciertos efectos negativos, que han sido magnificados por la relevancia que han adquirido las noticias en los medios de comunicación masiva y por la fuerza de las reacciones en las #RedesSociales 2.0.
¿La solución estaría en entregarle el DF a Jesucristo?
El tono de ironía de la propuesta ya ha empezado a circular en Internet. Si el experimento ya lo hicieron los alcaldes de Monterrey y Ensenada, entre otros ¿por qué no hacer lo mismo aquí, en la capital del país? De no ser cierta la información, cualquiera habría pensado que se trataba de bromas de mal gusto, de actos de irresponsabilidad o de decisiones producto de la ignorancia.
No hay duda de que se trata de ocurrencias.
Por dónde se le vea, son acciones de alto riesgo, sin sustento profesional y al parecer desesperadas que sólo reflejan el bajo nivel al que se puede llegar en política, sobre todo cuando se desconoce lo más elemental de las reglas que rigen la gobernabilidad, la búsqueda de legitimidad y la lucha por el poder.
Además, son una vergüenza por su falta de sensibilidad.
Por supuesto que lo sucedido en dichas ciudades va más allá de las obligaciones y responsabilidades que tiene nuestro Estado laico y de la falta de una respuesta contundente por parte del Gobierno Federal para poner un alto a situaciones que, como éstas, no cumplen con el mandato establecido en nuestra Constitución.
Pero todavía más.
Las decisiones tomadas son el ejemplo más claro de la incapacidad y falta de visión de algunos gobernantes para diseñar una estrategia, operar una agenda, manejar su imagen pública y comunicarse en forma más eficiente con la sociedad.
Por lo pronto, Mancera ya está más cerca de Dios.
El paso que dio el 9 de junio, cuando acudió al Atrio de la Catedral Metropolitana, lo colocó en una situación de desventaja mayor, ya que si no está entre sus planes entregarle la capital del país a Jesucristo, lo hará con relativa facilidad al PRI en las elecciones intermedias de 2015.
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