miércoles, 5 de noviembre de 2014

Los Peatones / Por Federico Ling Sanz Cerrada

En varias ocasiones he hecho comparaciones entre México y Estados Unidos, tratando de descifrar aquellas cosas que funcionan mejor en uno u otro lado. La intención no ha sido catalogar a los países como “mejores” o “peores”, sino más bien tomar elementos de aquello que funciona de manera más eficiente y ordenada (o mejor) en cada lugar, y dar cuenta con esa experiencia, para hacerla del conocimiento de todos, tratando siempre que México se consolide y se desarrolle.

Por supuesto no todo funciona mejor en Estados Unidos; para ello he puesto en muchas ocasiones los ejemplos del metro, el servicio de televisión por cable, los servicios médicos, etcétera. No obstante lo anterior, una cosa que sin lugar a dudas funciona mejor en Estados Unidos es el respeto al peatón.

He tenido la oportunidad de visitar algunos países a lo largo de mi vida, y debo admitir que, pese a todo, las reglas de urbanidad en este respecto en la ciudad de México y en otros lados del país corresponden a una tribu de salvajes (incluyéndome a mí mismo, porque yo también he sido conductor en ella).
No sé si este problema sea algo estructural que sufrimos en Latinoamérica, pues el único país que conozco de la región (además de México) es Argentina, y al llegar al hotel, la gente me advirtió que tuviera mucho cuidado de los automovilistas, puesto que no me respetarían al caminar por dichas calles.
Quizá pensaron que provenía enteramente de Washington, y no sabían que toda mi vida adulta la viví en el Distrito Federal, donde las cosas son francamente iguales.

En Washington, cuando uno estudia el reglamento de tránsito para tramitar su licencia de conducir – me gusta bromear que es más fácil ingresar a Harvard que aprobar el examen de manejo, por la dificultad que éste presenta – una de las reglas básicas que le preguntan a uno es qué hacer si un peatón se atraviesa la calle, se pasa el alto (el de los peatones, claro), o quién tiene el sentido de preferencia.
 En cualquier caso la respuesta es siempre la misma: el peatón, sin importar las circunstancias (por supuesto que se puede multar a una persona que atraviesa a media calle o se pasa el alto caminando).
Ahora bien, he podido visitar otras ciudades de los Estados Unidos en donde los peatones jamás cruzan a media calle o se pasan el alto (exceptuando quizá también a Nueva York y Chicago). No obstante que en Washington los peatones son poco respetuosos de las señales, los conductores son extremadamente cuidadosos de jamás cerrarle el paso a un peatón.
Las multas son estratosféricamente altas si un policía lo descubre a uno haciendo esto. O peor aún, si un conductor no ve a un peatón y le “avienta el carro”, es casi seguro que se disculpará con la persona y le (casi) rogará que la perdone. Aún y cuando el peatón haya tenido la culpa (que no suele ser tan seguido).
En cada viaje que hago a la ciudad de México me enoja que los automovilistas no respeten al peatón. Creo que muchas veces me gusta más caminar que tomar un automóvil (si es posible), pero la manera de conducir de los que habitamos (alguna vez) el Distrito Federal me disuade normalmente. 
Nada más frustrante que observar cómo los conductores, desde la excelsitud de su fortaleza móvil, juegan siempre a llegar primero que el peatón. Y cuando alguno de ellos decide “ceder” el paso al peatón, la persona que va caminando debe agradecer a su magnánimo benefactor (a pesar que está estipulado como una obligación en el reglamento de tránsito del Distrito Federal y de casi todas las ciudades de México).

Cuando me han cedido el paso (precisamente sobre las líneas de paso peatonal preferencial) y he osado no darle las gracias al conductor, recuerdo bien que uno de ellos me respondió a gritos: “De nada, pinche cabrón malagradecido”. Yo le respondí: Es tu obligación. Y claro, todos mis amigos me dijeron que el que estaba mal era yo. 
Pero me niego a pensar eso. Y también debo admitir que la otra parte le toca a quienes hemos caminado y sido peatones: no cruzar en alto, no cruzar a media calle, utilizar los puentes peatones, etc. Es una cuestión de responsabilidad mutua. Tanto unos como otros debemos poner más cuidado en ello.

En resumidas cuentas, me niego a pensar que en México no podemos ser más civilizados en materia de convivencia social urbana, y que no podemos seguir las reglas mínimas de darle el paso al peatón y que éstos crucen por las esquinas. Esto no tiene que ver con cumplir el reglamento solamente, sino se trata que aquel que puede más (como el automóvil) proteja al que puede menos (el peatón) cuando se enfrentan en un cruce y que el peatón utilice los elementos de que dispone para su cuidado. Es una cuestión elemental. Pero en México parece que el puede más se sale con la suya, a costa del que puede menos y como el peatón se sabe desprotegido, se cruza donde se le da la gana. Solo porque puede, y porque quiere y porque así fuimos educados. Me niego rotundamente a pensar que es nuestro destino y que quien está mal soy yo y que jamás vamos a cambiar.

El desarrollo cívico y social comienza por cosas tan simples como esta: respetar al peatón cuando cruza en una esquina y que el peatón siga las reglas. Quien respeta en lo poco – como el reglamento de tránsito – también respeta en lo mucho y así sucesivamente podríamos ser una sociedad que tenga mejor convivencia entre todos.

@fedeling

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