martes, 9 de diciembre de 2014

‘El Apóstol’ de La Luz del Mundo


Samuel Joaquín Flores, líder de la Iglesia La Luz del Mundo, quien falleció ayer a los 77 años, consolidó por 50 años la congregación religiosa que creó su padre Aarón Joaquín González.
El jerarca llamado "El Apóstol" nació en Guadalajara  y fue parte del cuerpo ministerial de la iglesia La Luz del Mundo en Nayarit, previo a tomar el liderazgo de la congregación, el 9 de junio de 1964.

A Flores se le reconoce por su labor en favor de su comunidad en materia de educación, salud y cultura; sin embargo, su principal logro fue la expansión de su iglesia a 48 países de los cinco continentes.

La Luz del Mundo es la iglesia que más ha crecido en México en los últimos años, con un total de un millón y medio de fieles. En total tiene más de cinco millones alrededor del mundo.

Según datos del vocero del líder religioso, Eliázer Gutiérrez Avelar, citados porEl Informador, La Luz del Mundo marcha hacia la consolidación de centros de acción en diversos países como los que tiene en Estados Unidos, Italia, España y naciones latinoamericanas, así como en Oceanía.

Además, destacó que la iglesia consolidó instituciones que traen beneficios en materia educativa, hospitalaria y cultural.

Detalló que se crearon desde secundarias hasta instituciones de educación superior, además de hospitales y acciones de promoción de la cultura como la casa Hogar Bethesda, las librerías Berea, coros musicales y el espacio de convivencia juvenil la Viña Jezreel. Estos son varios ejemplos de la obra de Samuel Joaquín Flores en México y el extranjero.

Sus escándalos

Según información de Milenio, a Samuel Joaquín Flores se le acusó en 1988 de abusar sexualmente de un grupo de mujeres. Aunque el caso fue cerrado al no poderse comprobar los dichos de las demandantes.

Asimismo, en 1997, un hombre lo acusó de haberlo violado cuando él era menor de edad.

En 2004, se expusieron otros casos de abusos de Joaquín Flores en una serie de reportajes televisivos.

Finalmente, en 2008, el líder religioso adquirió una propiedad en Texas con un valor de 1.7 millones de dólares, en el que Samuel Flores tenía un zoológico privado con animales exóticos.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Los Peatones / Por Federico Ling Sanz Cerrada

En varias ocasiones he hecho comparaciones entre México y Estados Unidos, tratando de descifrar aquellas cosas que funcionan mejor en uno u otro lado. La intención no ha sido catalogar a los países como “mejores” o “peores”, sino más bien tomar elementos de aquello que funciona de manera más eficiente y ordenada (o mejor) en cada lugar, y dar cuenta con esa experiencia, para hacerla del conocimiento de todos, tratando siempre que México se consolide y se desarrolle.

Por supuesto no todo funciona mejor en Estados Unidos; para ello he puesto en muchas ocasiones los ejemplos del metro, el servicio de televisión por cable, los servicios médicos, etcétera. No obstante lo anterior, una cosa que sin lugar a dudas funciona mejor en Estados Unidos es el respeto al peatón.

He tenido la oportunidad de visitar algunos países a lo largo de mi vida, y debo admitir que, pese a todo, las reglas de urbanidad en este respecto en la ciudad de México y en otros lados del país corresponden a una tribu de salvajes (incluyéndome a mí mismo, porque yo también he sido conductor en ella).
No sé si este problema sea algo estructural que sufrimos en Latinoamérica, pues el único país que conozco de la región (además de México) es Argentina, y al llegar al hotel, la gente me advirtió que tuviera mucho cuidado de los automovilistas, puesto que no me respetarían al caminar por dichas calles.
Quizá pensaron que provenía enteramente de Washington, y no sabían que toda mi vida adulta la viví en el Distrito Federal, donde las cosas son francamente iguales.

En Washington, cuando uno estudia el reglamento de tránsito para tramitar su licencia de conducir – me gusta bromear que es más fácil ingresar a Harvard que aprobar el examen de manejo, por la dificultad que éste presenta – una de las reglas básicas que le preguntan a uno es qué hacer si un peatón se atraviesa la calle, se pasa el alto (el de los peatones, claro), o quién tiene el sentido de preferencia.
 En cualquier caso la respuesta es siempre la misma: el peatón, sin importar las circunstancias (por supuesto que se puede multar a una persona que atraviesa a media calle o se pasa el alto caminando).
Ahora bien, he podido visitar otras ciudades de los Estados Unidos en donde los peatones jamás cruzan a media calle o se pasan el alto (exceptuando quizá también a Nueva York y Chicago). No obstante que en Washington los peatones son poco respetuosos de las señales, los conductores son extremadamente cuidadosos de jamás cerrarle el paso a un peatón.
Las multas son estratosféricamente altas si un policía lo descubre a uno haciendo esto. O peor aún, si un conductor no ve a un peatón y le “avienta el carro”, es casi seguro que se disculpará con la persona y le (casi) rogará que la perdone. Aún y cuando el peatón haya tenido la culpa (que no suele ser tan seguido).
En cada viaje que hago a la ciudad de México me enoja que los automovilistas no respeten al peatón. Creo que muchas veces me gusta más caminar que tomar un automóvil (si es posible), pero la manera de conducir de los que habitamos (alguna vez) el Distrito Federal me disuade normalmente. 
Nada más frustrante que observar cómo los conductores, desde la excelsitud de su fortaleza móvil, juegan siempre a llegar primero que el peatón. Y cuando alguno de ellos decide “ceder” el paso al peatón, la persona que va caminando debe agradecer a su magnánimo benefactor (a pesar que está estipulado como una obligación en el reglamento de tránsito del Distrito Federal y de casi todas las ciudades de México).

Cuando me han cedido el paso (precisamente sobre las líneas de paso peatonal preferencial) y he osado no darle las gracias al conductor, recuerdo bien que uno de ellos me respondió a gritos: “De nada, pinche cabrón malagradecido”. Yo le respondí: Es tu obligación. Y claro, todos mis amigos me dijeron que el que estaba mal era yo. 
Pero me niego a pensar eso. Y también debo admitir que la otra parte le toca a quienes hemos caminado y sido peatones: no cruzar en alto, no cruzar a media calle, utilizar los puentes peatones, etc. Es una cuestión de responsabilidad mutua. Tanto unos como otros debemos poner más cuidado en ello.

En resumidas cuentas, me niego a pensar que en México no podemos ser más civilizados en materia de convivencia social urbana, y que no podemos seguir las reglas mínimas de darle el paso al peatón y que éstos crucen por las esquinas. Esto no tiene que ver con cumplir el reglamento solamente, sino se trata que aquel que puede más (como el automóvil) proteja al que puede menos (el peatón) cuando se enfrentan en un cruce y que el peatón utilice los elementos de que dispone para su cuidado. Es una cuestión elemental. Pero en México parece que el puede más se sale con la suya, a costa del que puede menos y como el peatón se sabe desprotegido, se cruza donde se le da la gana. Solo porque puede, y porque quiere y porque así fuimos educados. Me niego rotundamente a pensar que es nuestro destino y que quien está mal soy yo y que jamás vamos a cambiar.

El desarrollo cívico y social comienza por cosas tan simples como esta: respetar al peatón cuando cruza en una esquina y que el peatón siga las reglas. Quien respeta en lo poco – como el reglamento de tránsito – también respeta en lo mucho y así sucesivamente podríamos ser una sociedad que tenga mejor convivencia entre todos.

@fedeling

martes, 14 de octubre de 2014

Chavorruco intelectual / Jorge Torres Bernal

Somos la Generación X, la más pálida generación en la historia, la más insulsa, la menos abrasiva, la que no supo cómo llamarse porque no había nada trascendente que destacar y se puso una equis, como quien carece de firma, analfabetas de la historia incapaces de hacer otra cosa más que convertirnos en nexo, transición o eslabón perdido entre una generación y otra.
Eso somos y eso hemos sido.
Hasta ahora…
Nosotros, los hijos de la transición, los que crecimos con impresora de matriz y teléfonos de disco estamos viviendo una profunda crisis de (en este momento es cuando hago una pausa para seguir comiéndome unos cheetos con salsa) la media edad o middle age crisis, el hecho es que nos sentimos del nabo, queremos salir corriendo, nos ejercitamos más que nunca para seguir siendo jóvenes, creamos a un monstruo social llamado “chavorruco” cuya especialidad es hacer el ridículo tratando de vivir en un tiempo que ya no existe, vistiendo y hablando como una persona que no se es, estacionado en el 2000 tratando de revivir glorias pasadas, como si eso fuera el fuego del fénix que los reviviera de sus cenizas.
El deseo de gritar, el “pinche insomnio” que todos publican en sus redes, la ansiedad dominical, todo esto lo inventamos nosotros porque nos educaron pensando que debíamos cumplir con un esquema para poder vivir en sociedad y es precisamente aquí que algunos individuos han decidido no atenerse a dichas reglas.
Como respuesta muestral del universo de estudio, algunos hombres y algunas mujeres han decidido pasados sus 30 años ser libres y buscar su felicidad, hacer lo que les apasiona y romper cadenas, quemar las naves pues, hacer lo que se les, maldita sea, antoje.
La Generación X está encontrando de manera tardía su voz en donde aparentemente nunca la hubo, en aquellos individuos que se hartaron del maldito trabajo que odiaban, del esposo infiel, de la mujer florero, del fuckin´ comedor igual al de todos, del mismo arte, las mismas bolsas, el mismo alcohol y las mismas prostitutas.
Es una respuesta delirante, no furiosa sino fulgurante, un oasis egoísta de algunas y algunos que han decidido vivir su vida día a día haciendo lo que más les gusta, es como bien lo dijo mi amigo Andrés Jaquez en nuestros intercambios sociológicos, una suerte de “functional beat", en donde de manera atípica los integrantes de esta generación encuentran de manera tardía la interpretación del mundo que les rodea y su desdoblaje en expresiones puramente lúdicas.
Nuestra Generación dará a la historia a los mejores artistas, las voces más claras de su ideología, espera y verás.
Es querer hacer las cosas bien.
Y hacerlas.
Mientras muevo velozmente los dedos (el tic me ha quedado como respuesta a una desvelada) me pongo a pensar en los miles y miles de hombres y mujeres que tienen el mismo comedor, las mismas blusas, el mismo coche, la misma esposa, el mismo empleado y el mismo jefe, la misma maldita rutina todos los días.
Los mismos viernes, los mismos sábados y los mismos domingos. El mismo corte de pelo y el mismo bigote y la misma jodida crítica a lo que se salga del guión orwelliano que se ha instalado en su existencia.
Hace tiempo, andando en la moto, me preguntaron que a qué grupo de motociclistas pertenecía, la pregunta me hizo reflexionar en por qué nunca he pertenecido a alguno: me gusta rodar solo. Y en este mundo sin prismas pareciera que todos vivimos en Pleasantville.
A algunos ya les ha besado en la boca la tragedia del despertar, el parto duele pero lo mejor está por llegar.
Para seguir es necesario renunciar (por alguna razón recuerdo a Arjona, mi archienemigo, cuya lírica insultante se entromete en mi vida como un bandido kitsch).
Romper las ataduras (argh! Coehlo) quemar las naves (Carlos Cuauhtémoc) y perderle el miedo a la vida.
Hace algunos años una persona me dijo: “nadie sabe lo que gana cuando pierde la vergüenza” y tenía razón, pero habrá que perderla de verdad para hacer que esta columna viva.
Y que vivir valga la pena.
Celebremos a las ovejas negras de nuestras familias, todas las familias tienen una…
…y un Gallo Negro también.

Charlemos sin vergüenza en @_TORRESBERNAL

martes, 7 de octubre de 2014

Nuestros jardines secretos

Por María Teresa Priego

Los “amorosos” se encierran en su isla. La piel contra la piel. Los “amorosos”, escuchan la tormenta y se abrazan como si cruzaran el mar en una barca fragilísima, (porque el amor está lleno de fragilidades) e invencible (porque el amor está lleno de fuerza). No sólo estalla el cielo, en tantas noches de tormenta. ¿Cómo se llega al amor? ¿Cómo se llega al deseo? La piel, la verdadera, la profunda está hecha de palabras. Creo.

Imaginarios, ternuras, evocaciones, sutilezas. Palabras que nombran la singularidad de cada elección. La confianza. Ese momento en que una escucha a la otra persona, y sabe que quisiera beberse sus palabras. Es más, se las está bebiendo. Sabe que intenta adentrarse en su historia como si explorara una selva extraordinaria, con una lamparita en la mano. Me la imagino, esa selva inquietante, hipnótica, sensual, como una pintura del aduanero Rousseau.

Rousseau.



“¿Quién eres? ¿Quién has sido? ¿Qué anhelas tú a solas frente a ti mismo? ¿Qué anhelas conmigo?” Y todos los viceversas, por supuesto. “¿Cuál es ese imán que me jala hacia ti, como si te reconociera?” Y al mismo tiempo, qué peligroso sería imaginar que “te reconozco”, si ese punto de partida tan verdadero, me impide ir a buscarte. Cada vez, ir a buscarte. Porque a estas alturas ya sé, que por momentos, puede que corras a ocultarte detrás de las piedras de la isla, para que yo no te vea. Y ya sé, a qué punto puedo convertirme en una tortuga que esconde la cabeza y sólo ofrece su caparazón. Silenciosa, asustada, egoísta. Eso somos, también, eso somos. Nuestra felicidad de amar, y nuestro pánico de amar. “Permíteme acercarme a ti. Dime de ti”.

“Ven”, se dicen ellos. “Ven”, nos decimos. “Acá, en nuestra isla, puedes ser el que eres, los que eres. Acá, en nuestra isla, puedo ser la que soy, las que soy”. Y qué miedo da, qué miedo. Entregarse. Qué miedo da saber que no hay manera de construir esa isla/fortaleza, sin llegar al encuentro con el pecho desprotegido y el corazón en la mano. Ni para donde moverse. La isla única, la soñada, no acepta simulacros. Pero los hemos vivido, ¿no es cierto?

Los simulacros. O porque una/o se confunde o porque la/el otra/o se confunde. O los dos. O porque hay quien sea capaz de mentir en lo fundamental, de mentirle con toda la mala voluntad a la otra persona, o simple y dolorosamente: se mintió a sí mismo. O porque nadie le mintió a nadie, pero el tiempo pasa, las cosas cambian, las personas nos desencontramos.

Todas/os “sabemos” muy pronto de la traición, y todas/os temblamos muy pronto de miedo ante el amor. Es decir, ante la amenaza de perder el amor. ¿Quizá desde la infancia? Más lo que se acumula. Pero sí, es muy probable que en la mayoría de los casos, los focos rojos que nos señalan los “peligros” del amor, hayan comenzado a iluminarse en la infancia. Aunque nos amaran, o porque no nos amaron, o porque sí, pero no entendimos, porque hay hogares en donde el amor se da, como un dolor que se desparrama por todos lados.

Las posibilidades son tantas, casi infinitas. Pero, ¿quién no sabe lo que es sentirse el ser más solitario y abandonado del mundo a mitad del recreo? ¿Quién no lloró mordiendo su almohada bajo el techo de infancia, mientras planeaba su fuga –con un atadito echado al hombro- para escapar de esa sensación de no ser “elegido” por sus objetos de amor? La indefensión.

Rousseau.



“¿Y si te muestras indefenso ante mí, qué voy a hacer con tu indefensión?”. “¿Y si me muestro indefensa ante ti, qué vas a hacer con mi indefensión?”. Hemos vivido, y ya “sabemos”, o creemos que sabemos. Muy pronto en la vida de casi todos, ya “sabemos”: el amor es la más grande promesa de vida. El amor es uno de los riesgos más grandes en la vida. Cuando se critica “la ceguera del amor romántico”, ¿a qué nos referimos? ¿Cuáles son las opciones? ¿Existe un enamoramiento que no sea romántico y que no esté atravesado por la idealización de la persona amada y de la relación misma? Remo buscando, pero no se me ocurre.

Quizá el punto no es lo “inadecuado” del amor romántico de cuyas pasiones y poesías no sería bonito (ni necesario, ni deseable) prescindir, sino, ¿qué viene después? ¿Cómo resiste el “enamoramiento” las pruebas –inevitables- que van surgiendo con el tiempo? ¿Es capaz el enamoramiento de transitar hasta el amor? No es que el amor excluya al enamoramiento, pareciera más bien que el amor es la tierra firme en la que dos personas se abrazan, el espacio en el que construyen “certidumbres” , y que el enamoramiento va y viene, como un péndulo.

“Mira lo que provocas”, dice él, porque hay tormentas personales que se confunden en la noche, con la tormenta de allá afuera. Pero quizá él no sabe, no, que esa mujer que les digo, esa a la que quizá espío desde una ventana como si fuera otra, esa que es una y no lo es, tiene unas ganas arteras de soltarse a llorar. Lloraría por todo, esa noche, se sumaría con su llanto a la furia del agua. No sé si decir que llora de felicidad, o de las ternuras después del placer. No, no sería exacto. No está “feliz”. Está trastocada, trastornada. Apacible, enternecidamente, loca.

Está confundida, de esa manera en la que nos sucede cuando los cuerpos se con-funden. Cuando se juntan en unos segundos todos los acumulados de amor y desamor de una vida. Una no los piensa, no. Una no se acuerda en el momento del abrazo más profundo y verdadero, que alguna vez experimentó algo parecido en el año de gracia de 1970, o que una no recibió ese abrazo en el año de desgracia de 1977. O en cualquier otro momento de su vida. Es más inmediato, más sensorial, más intenso.

Esa sensación de un dique interior que se disuelve. Un dique que se deshace y se esparce alrededor de la cama como piecitas de confeti. “Quién me lo hubiera dicho, qué barbaridad… ese dique construido ladrillito tras ladrillito, con tanta meticulosidad y aplicación. Con tanto esmero y cobardía. Quién se lo hubiera dicho: miles de papelitos de colores volando alrededor. “Un día me dices cómo lo lograste, un día me dices cómo lo logramos”. “¿Y tu dique tuyo?”.

Rousseau.



El amor nos hace más nobles, más generosos, más humanos. Es cierto. Pero esa mujer a la que espío, tiene un cierto temor de considerarlo así, como quien da por hecho. ¿Y si me duermo por andar sintiéndome tan “buena”? ¿Y si me confundo porque me siento “generosa”? ¿Cómo dejarse ir, y estar atenta? ¿Cómo estar consciente –sin perseguirse- de que nuestros deseos están plagados de contra-deseos? ¿Y si detrás del dique convertido en confeti hay otros diques? O fosos con lagartos, o puentes levadizos.

No es lo mismo construir certidumbre y lealtad, que dar por hecho. Quisiera pensar que la certidumbre se construye en la mutua gratitud, y en un fluir feliz cuando fluye, y en un detenerse con humildad el uno frente a la otra, la una frente a la otra, el uno frente al otro, cuando no fluye. Dar por hecho, en cambio, es aventar lejos la lamparita que nos guía en la exploración de esa selva siempre por descubrir que es la otra persona. Olvidar la lamparita. Dejar de buscar, de ofrecer y ofrecerse, dejar de sorprenderse y de jugar. Dar por hecho es ser ingratos con la vida. Dar por hecho es la catatonia, el anquilosamiento, la repetición de los días. El río, nunca es el mismo. Nunca.

Los “amorosos” se esconden, saben que allá afuera está la ciudad, y la olvidan. Saben que el absoluto no existe, y lo inventan. Saben, como en el poema de Paul Verlaine: “Llora en mi corazón/ Como llueve en la ciudad…”. Sin la tristeza que sigue en el poema. El corazón se llueve también en lo entrañable. Los amorosos escondidos se muestran, se exponen. El uno frente a la otra se muestran.

Están expuestos en la fragilidad de la isla, de la barquita. Dicen cantidad de palabras importantes y cantidad de tonterías importantes. “Eres una delicia, como un mango Manila comido justo debajo de su árbol, con las manos y embarrándose hasta las orejas”.

Así, dicen cantidad de palabras extravagantes y hasta caníbales. Las dicen, y entre ellos se entienden. Las dicen, y no se avergüenzan.

@Marteresapriego

martes, 26 de agosto de 2014

La ‘ladrona’ de un chile en nogada

Por María Teresa Pliego

“Recuerdo que una tarde, como oyera un leve ruido en el cuarto vecino al mío, pregunté en voz alta: “¿Quién anda por ahí?” Y la voz de una criada recién llegada de su pueblo contestó: “No es nadie, señor, soy yo”.No sólo nos disimulamos a nosotros mismos y nos hacemos transparentes y fantasmales; también disimulamos la existencia de nuestros semejantes. No quiero decir que los ignoremos o los hagamos menos, actos deliberados y soberbios. Los disimulamos de manera más definitiva y radical: Los ninguneamos. El ninguneo es una operación que consiste en hacer de Alguien, ninguno. La nada de pronto se individualiza, se hace cuerpo y ojos, se hace Ninguno…”: Octavio Paz en El laberinto de la soledad.
“¿Puede hablar el sujeto subalterno?”. Gayatri Spivak.
Pareciera la escena de una obra de teatro de denuncia. Podría haberla escrito Rosario Castellanos en Balún Canán, cuando describía los tonos y actos despóticos de los terratenientes chiapanecos contra sus trabajadores, en los años cincuenta. Como si el tiempo se hubiera detenido, en lo que nunca debió existir. Una cocina. Una voz de mujer increpa a otra mujer. La primera voz corresponde a ese personaje que suele llamarse “la señora de la casa”. La segunda voz corresponde a ese personaje que suele llamarse “la trabajadora del hogar”. No sólo se le llama así, no sólo: “La sirvienta, la criada, la mucama, la fámula, la chacha, la gata”. Y esa palabra  -en principio- tan bonita: “Gata”, se convierte en un insulto, cada una de esas palabras lo es.  En el vocabulario misógino “la gata” se deslizó hasta convertirse en un significante que designa a una mujer “vulgar”, “fácil”,  “que no merece ser respetada”.
¡Oh, no! La pobreza no es sinónimo de vulgaridad. No son “vulgares” ni el hambre, ni el miedo, ni el desamparo, ni la urgencia de tener un trabajo, ni las largas horas de transporte público. No son “vulgares”, ni la falta de oportunidades, ni la imposibilidad de acceder a la educación formal, ni las sandalias de plástico y los vestidos modestos.  La humildad, no tiene nada de vulgar. La señora contó sus chiles, y se declaró “abusada”, planeó su ofensiva… se habrá sentido Margaret Thatcher, en pleno conflicto de las islas Malvinas, apoyada –además- por su valeroso e intrépido lugarteniente del hogar, suponemos que su esposo.  Ese deseo de humillar, ese enfermo insaciable, ras de tierra deseo de humillar. Esa tan canalla necesidad. Par de cobardes.
“¿Entonces es un robo, o no?”. “¿Cómo te pudiste haber comido dos chiles en nogada?”. “¿No te dio mucha pena agarrar un traste de mi casa y llevarte un chile en nogada para alguien de tu familia?”. “Se te da de sobra, no se te mide la comida”, exclama, tiembla y se estremece la perseguidora, ante -su propia- inefable bondad. “Claro que tengo la razón”,  ataca el  aguerrido lugarteniente con su tono de salvador de almas perdidas. ¿Qué habrán fantaseado juntos –ella y él- cuando planeaban “el desembarco de tropas” en la cocina? La señora y el señor A, acosan a una mujer que trabaja para ellos, y a la que por la dignidad de sus respuestas, por la suavidad de su voz, por su infinita paciencia, voy a llamar aquí “la Mujer Educada”.
Fue la señora de A (que las diosas le conserven sus delirantes fantasías de impunidad pre-redes sociales) quien subió el video a su cuenta de Facebook y a la de youtube, con el mensaje: “Entre más conozco a la gente, más quiero a mi perro”.  Todo eso, y ni más ni menos. No, no era  una autocrítica, ella es “la justiciera”. La defensora de los “verdaderos valores” de las “familias de bien”.
¿Cuánto tiempo invirtió el dúo dinámico en planear la emboscada: atraparla en la cocina a su hora de salida? “Sí, casi cuando se vaya”. “Ordénale que abra su bolsa”. “Tú la interrogas, yo la grabo”. “Si no acepta que es una ladrona, yo intervengo”.  Si ella lo hizo público fue para probar que en su casa si queda clarito “quien manda”. Ella sí que sabe llevar “con mano dura”, su inmenso reino. Se coronó en su cocina la señora de A. Fanfarrias. Y luego a una le da por espeluznarse ante los “patriarcas”, tomando la palabra en su sentido de hombres que ejercen de manera abusiva el poder. No olvidemos, por favor a las matriarcas. El abuso es el mismo.
La “venganza” y su chivo expiatorio
Habrán corrido al sofá de su sala: Miran el video, quedan extasiados. La operación para desenmascarar a la delincuente ha sido un éxito. Toda la amargura de sus vidas está a punto de ser resarcida en la inminente exhibición de la grandeza de ambos. No, no los conozco. ¿Por qué hablo entonces de amargura? Porque me parece imposible que dos seres que saben agradecer la llegada del sol cuando amanece, sean capaces de un revanchismo semejante.  Imposible que dos seres capaces de la mínima empatía, se desbarranquen así, hasta la ignominia. Los “afectados”, ejecutaron su venganza, pero la venganza  que les era tan emocionalmente indispensable no puede ser –realmente- contra la Mujer Educada, no, ella está allí en calidad de chivo expiatorio. ¿Por qué contra ella? Porque es la persona más frágil. Porque no tiene un contrato de trabajo, porque no tiene derecho a prestaciones, porque la ley no la protege, porque pertenece a una clase social vulnerable, porque toda ella es vulnerable. Y así se lo decimos, y así lo escucha todos los días de su vida.
Porque su trabajo no es considerado un trabajo, porque no hay nada que reconocerle ni que agradecerle.  Porque no existe para ellos. Porque es menos humana en esa su entrañable humanidad de mujer humilde. Es probable también que el despotismo “magnánimo” de la señora y el señor A vengan de alguna extravagante convicción centrada en las diferencias inscritas en el fenotipo.  Como escribió Hortensia Moreno: “el colorímetro mexicano”. ¿Por qué contra ella? Porque con ella se lo pueden permitir. Así de simple y sin mayor trámite moral.  Porque la injusticia social empecinada, el clasismo, el racismo, los legitiman. Porque los valores se trastocan, y la humildad (el tono de voz apacible de la Mujer Educada que responde, sus explicaciones) se convierten en un acicate para seguirla acosando. Querían verla vencida, derrotada, humillada. No lo lograron. La diferencia de calidades morales entre ellos y ella es avasallante.
Me imagino que al momento de subir el video la señora de A, comenzó a esperar ansiosa las felicitaciones y el ¡Bravo! Generalizado de su entorno. Clap, clap, clap. Muchos “Me gusta”. Qué prensa la que esperaba la vengadora anónima a punto de hacerse pública, qué bárbara. No había nada en esa escena que hiciera pensar al señor y a la señora de A que tenían que avergonzarse. Al contrario, mostraban su  savoir faire, lo “hábiles” que son para dar lecciones y funcionar en equipo. Ellos “no se dejan”. El honor de  una pequeño burguesía pretenciosa y puritana, moralina e inmoral,  ha sido salvado. Me hubiera encantado embarrarles en los rostros los chiles en nogada. ¿Quién se creen los “ninguneadores”? Los que convierten a la otra en “ninguna”, parafraseando a Paz. Pero los déspotas se embarraron solititos. Clap, clap, clap.
Las redes sociales
Las redes sociales y el profundo deseo de convertirnos –poco a poco- en una sociedad distinta. “Una persona le reprocha haber publicado el video y señala que es ‘mezquino negarle una posibilidad de trabajo a esta mujer, acorralándola, grabándola, con todo el potencial a tu favor, y subiéndola al Facebook’”.La mujer, que se define como activista por los derechos de los animales, respondió que está ‘cansada’ de que todos ‘le muerdan la mano’, y acusó que aunque a su empleada se les respetaban sus horas laborales y se les pagaban puntualmente; ‘trató de abusar’”, nota de la Redacción, en La Silla Rota. “Se les respetaban sus horas laborales” y hasta “le pagaban puntualmente”. Es enorme.
Y es una escena que transparenta sin piedad la realidad –en muchísimos casos- de esas mujeres que se sienten “patronas”, y su relación con las trabajadoras del hogar. Ellas les hacen el favor a una “descastada”, a una “peladita”, y “la peladita”, “muerde la mano que la alimenta”. La Mujer Educada limpia, lava, plancha, cocina, hace mandados. Se inclina y recoge, se inclina, se inclina.  Dice “por favor”, “discúlpeme”, da las gracias.  Y se gana en una jornada agotadora su salario miserable y sus alimentos. “No te contamos la comida…” dice la cuenta chiles en el video. ¿Cuánto le paga? ¿Cuánto? ¿Cómo se atreve?
Creo que es muy importante que todas/os escuchemos y miremos meticulosamente este video. Me dio dolor, indignación, rabia….luego me dio miedo. Un miedo intenso por esos señor y señora a que todas/os corremos el riesgo de llevar dentro.
 Qué bueno que los “justicieros” hicieron la grabación. Qué bueno que esas palabras intercambiadas  entre los “poderosos” y su víctima hayan recorrido las calles.
Espero que CONAPRED reciba pronto una denuncia contra los acosadores, y que ellos a su vez, reciban la sanción moral que corresponde.
Abrir su bolsa, “los señores” tienen derecho a pedírselo. “Un sector marginado y maltratado y el menosprecio con el cual se habla de ellas: ‘las sirvientas’, las ‘gatas’ o las ‘chachas’ es la expresión semántica de un clasismo y un racismo arraigados que florecen en el núcleo familiar”, del texto de Sergio Aguayo en “Dos mundos bajo el mismo techo. Trabajo del hogar y no discriminación”, colección Matices, Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. (Enlace debajo de este texto).
EL SEÑOR Y LA SEÑORA DE A QUE TODAS/OS CORREMOS EL RIESGO DE LLEVAR DENTRO.
Espero que nos detengamos ante esta escena, no sólo para rechazarla con todo, sino para cuestionarnos. Esa manera que tienen hombres y mujeres de decir: “La chacha”, ese tono de voz que pone en juego todos los elementos inherentes a la discriminación: el intento de sentirse superior descalificando al otro, la certeza de que basta con asignarle a alguien el lado oscuro de la acera, para convertirse en segundos en seres luminosos. Esa prepotencia de los “amos” que viven convencidos de que pueden permitírselo casi todo. Ante los que están en situación de vulnerabilidad, claro. Suele ser el mismo quien humilla a quienes se encuentran en situación de fragilidad, que quien corre a hacerle caravanas a quienes a su vez, le parecen poderosos. Con los perritos ellos son buenos. No hay rivalidad en su trato con ellos. Me imagino, no hay manera de saberlo a ciencia cierta.
"Comes de lo que nosotros comemos", le dice a un ser humano la defensora de los perritos.
Esa injusticia social que permite un mundo de amos…y que convierte la humildad en un defecto. Ellos se sienten “buenos”, tan justos, tan considerados y tan buenos. La manera brutal en la que se naturaliza la injusticia social. Eso.
La Mujer educada se disculpa. Ella. Se disculpa por el trastecito de plástico, y porque no se comió los chiles y los guardó en su bolsa para su hijo.
“Nadie puede comerse dos chiles en nogada”.
“Estás mintiendo”.
“Es un robo, acéptalo”.
No basta con rechazar con todo el corazón al señor y a la señora de A.
Tenemos que cambiar de una en uno. Tenemos que cambiar.
Comencemos por dudar cada una/o de sí mismo: ¿Estoy segura de que no llevo dentro a una matrona como la señora de A?
Agazapada, silenciosa, artera.
¿Estoy segura de que no discrimino?
¿No uso esos tonos, esa prepotencia?
¿Estoy segura de que no vuelco mis imposibilidades en los otros a través del desprecio?
A la señora de A...
Gracias por la lección, de toda lo que una/o no quisiera ser nunca en la vida.
De todo lo que nos queda por cambiar.
En este enlace se puede descargar  la obra colectiva: “Dos mundos bajo el mismo techo. Trabajo del hogar y no discriminación”.
Colección Matices. CONAPRED.

miércoles, 13 de agosto de 2014

¿Quién decide el futuro de las ciudades?


Por Laura Ballesteros / diputada

La construcción del tren México-Toluca debe sentar un precedente en la forma cómo la autoridad se coordina entre los distintos órdenes de gobierno, así como en la manera en la que rinde cuentas a una sociedad cada vez más integrada en una de las zonas metropolitanas más importantes del mundo.

Un cambio de paradigma que tenga impacto en los hechos. Pocas veces en la historia de México el derecho ciudadano a la movilidad ha sido abordado como en el presente. A nivel local se demostró que las ciudades pueden dotarse de legislación avanzada que transforme su rostro urbano, como es el caso de la nueva Ley de Movilidad del Distrito Federal. En lo nacional, el mismo Plan Nacional de Desarrollo y el Plan Nacional de Infraestructura, muestran un compromiso más claro y un objetivo más sofisticado en la importancia que tiene la movilidad en el bienestar de los mexicanos.

Del papel y la planeación a los hechos. Éstos y otros ejemplos sustantivos muestran que existe una plataforma para lograr y documentar mejores prácticas en materia de movilidad. Sin embargo, debemos reconocer que esta plataforma es una condición necesaria, pero no suficiente en el objetivo compartido de contar con sistemas integrados de transporte seguros y de calidad que en la cotidianidad representen alivios a los tiempos y costos que los usuarios le destinan semana con semana.

Una vía de tren por sí sola no hace primavera. La construcción del tren México-Toluca y la obra del Viaducto Periférico-Santa Fe requieren ser acompañadas de un ambicioso programa integral de planeación, de forma que ambas signifiquen un reordenamiento de los flujos de transporte en el Poniente de la ciudad de México y de la zona conurbada del estado de México. Planeación que requiere de una amplia coordinación entre autoridades, reserva de recursos económicos y alternativas para aminorar los impactos en la movilidad de los ciudadanos durante los periodos de construcción.

Todo empieza por la transparencia. A efecto de facilitar la coordinación entre autoridades y de que la sociedad en su conjunto tenga claros los beneficios de las obras, es necesario crear los mecanismos específicos de transparencia que facilitarán el acompañamiento en la generación de infraestructura. Socializar los detalles del proyecto, las fases de construcción, las acciones de mitigación de impacto urbano, ambiental y económico, así como las medidas paralelas que deberán ser ejecutadas por los gobiernos del estado de México y del Distrito Federal, son claves para que los beneficios sean verdaderamente sociales y no macro obras que sólo sirven para la foto... y para ahondar el caos vial. Hoy, la tecnología y la Ley Federal de Transparencia son las vías para ordenar este proceso de colaboración administrativa interinstitucional y de rendición de cuentas a la sociedad.

Recursos que sirvan para la creación de un Plan Metropolitano de Movilidad. Ante la carencia de una agenda clara para el desarrollo de las ciudades que sea consecuente con los mismos planteamientos generales establecidos en el Plan Nacional de Desarrollo, hoy las decisiones de crecimiento urbano, infraestructura y de movilidad parecen estar siendo tomadas por los dueños de grandes capitales que buscan, más que satisfacer las necesidades de la ciudadanía, encontrar buenas oportunidades de negocio. La creación de un Plan Metropolitano de Movilidad es una oportunidad de oro para romper con este lastre y dejar el futuro de las ciudades en manos de sus habitantes y de la coordinación entre gobernantes a través de una visión competitiva y sustentable.

Será fundamental la asignación de un porcentaje del presupuesto del proyecto de tren interurbano para financiar estudios de accesibilidad, impacto urbano y espacio público. Asimismo, será necesaria la intervención de un tercer actor que goce de credibilidad nacional e internacional para hacer los estudios de impacto urbano, ambiental y movilidad.

Aprovechemos el andamiaje institucional. La zona metropolitana del valle de México cuenta con mecanismos institucionales que en el pasado han facilitado foros de coordinación entre autoridades, y que con las nuevas disposiciones jurídicas y planteamientos de desarrollo, pueden mejorar el diálogo y concertación entre órdenes de gobierno. Ejemplos de ello son la Comisión Metropolitana de Transporte y Vialidad, la Comisión Ambiental de la Megalópolis, o inclusive, mesas de trabajo exprofeso para que la planeación y ejecución del tren interurbano genere mejor movilidad y no más nudos viales.

El reto es trascender al anuncio de las grandes obras y empezar a sentar nuevos paradigmas a favor de la movilidad urbana, a favor de sistemas de transporte seguros, sustentables y eficientes. Veamos hasta dónde la autoridad federal y los gobiernos metropolitanos están dispuestos a ello.

@LBallesterosM

martes, 15 de julio de 2014

La muerte de Yann Andréa, el compañero de Marguerite Duras

"Si mañana me muero o me mato, usted hará un pequeño libro en quince días, estoy seguro". Ella responde: “No diga eso, Yann, se lo suplico. No diga: un pequeño libro. Diga: un libro".
Yann Andréa





Yann Andréa, el último compañero de Marguerite Duras, quien vivió con ella desde 1980 hasta la muerte de Duras en 1996, murió este 10 de julio, su cuerpo  fue encontrado en su departamento de París. Tenía 63 años. Cuando comenzaron a vivir juntos él tenía 28 y ella 65. Ese hombre que en realidad se llamaba Yann Lemée, y a quien Duras le inventó un segundo nombre: “Andréa”, y hasta un apellido, en uno de los libros que escribió por y para él: “Yann Andréa Steiner”. Marguerite –de nacimiento- se apellidaba Donadieu, retiró su apellido paterno y eligió un sustituto también paterno: Duras, el nombre de una comuna francesa en la que vivió su padre. Con Yann hizo algo parecido: le agregó el nombre de la madre de él: Andréa. Es curioso como azar fonético: Lemée, el apellido original de Yann, y l’aimé, “el amado”, se pronuncian casi igual.

Después de la muerte de Duras, Yann Andréa se encerró en el estudio que la escritora previó para él en la rue Saint Benoît, frente al célebre Café de Flore, y casi enfrente del departamento en el que Duras vivió la mayor parte de su vida. Se encerró y en medio de un gran desorden vivió su depresión. “Me siento una basura”, decía. Dos años después quiso regresar a la vida, reintentar una vida, y llamó a su madre para que fuera a rescatarlo. Pesaba veinte kilos más. Sanó, al menos al punto de lograr escribir un libro: “Cet amour-là” (“Ese amor”, traducido por la editorial Tusquets). Antes, en 1983 Yann había publicado “M.D”. (También traducido por Tusquets) un libro de su relación con Duras, sólo que ese primer libro lo escribió junto a ella. Hay una película de Josée Dayan, a partir del segundo libro de Yann, con Jeanne Moreau en el papel de Duras.

El encuentro
Yann era estudiante de filosofía en Caen, tenía veinte años y descubrió el libro de Duras: “Les petits cheveaux de Tarquinia”.  Al parecer, descubrió bastante más que un libro: una escritura hipnótica, una manera de ser y de vivir que él, sin saberlo, andaba buscando.  Se dedicó a leerla, dejó de leer todo lo demás. En 1975 supo que Duras llegaba a Caen para participar en la presentación de su película India Song, en el cine Lux. Hay dos versiones del encuentro, como suele suceder; la de él y la de ella. En “Yann Andréa Steiner”, el libro que Duras le dedica a su amante en 1992, ella escribió que a la salida del cine  Yann la acompañó hasta su carro y conversaron un poco. Él, cuenta que a la hora de firmarle un libro, ella aceptó darle su dirección en París. Fueron los preludios de una relación amorosa atormentada y dependiente, generosa y cruel, que duró dieciséis años.

Yann comenzó a escribirle al día siguiente del encuentro,  en esa manera suya desesperada. Le escribía muy seguido. Duras no respondía. En 1980, por fin, cinco años más tarde,  Duras le envió uno de sus libros. Luego otro.  Le explicó  que había estado enferma. Mucha soledad, mucho alcohol. Ese año Duras comenzó a escribir una columna en el periódico de izquierda Libération y Yann sintió que esa escritura le estaba dedicada. La buscó por teléfono. Tenía ansia de conocerla y terror de conocerla. Duras lo invitó a su casa de campo en Normandía. Él se quedó “para siempre”.

Hacen el amor. La devoración comienza. No digo que ella lo devorara a él, creo que se devoraban mutuamente, aunque la fuerza, aparentemente, estuviera del lado de ella. Yann le hablaba de usted, nunca la tuteó. No podía. Duras se convirtió en esa versión femenina de Pigmalión,  inventando a ese hombre al que ama. Hizo de él su compañero, su personaje en su literatura y en su cine, su perseguido, su perseguidor. Yann era homosexual y salía por las noches solo, buscaba amigos. Duras sufría, se sentía rechazada, lo maltrataba. En algún lugar lo comprendía. Ambos, tenían esa manera de vivir como pendiendo de un hilito. Vivían el uno para la otra. Vivían para la escritura. En principio, Duras lo ocultaba. Nadie sabía de la existencia de Yann, de cómo la vida de Duras había dado un vuelco.



Yann narró una de sus primeras salidas públicas en Lisboa: “Hay una retrospectiva de las películas de Duras. Es mi primera salida oficial con ella. No sé dónde ponerme. Ella no me presenta a nadie… Durante la cena, alguien me pregunta qué hago. No sé qué responder y entonces digo: ‘nada’. Ella está sentada cerca del embajador, al otro lado de la mesa, y escucha la palabra: nada. Dice muy fuerte: ‘es fantástico lo que usted acaba de decir’. Ya no sé a quién mirar. Cómo comer. Ella sigue hablando con el embajador. Y luego agrega dirigiéndose a mí, la voz siempre muy fuerte sobre la mesa inmensa: ‘es magnífico, hay que tener coraje para decir estas cosas, usted no hace nada, es exactamente así.’” Y sin embargo, hacía muchísimo Yann: la amaba, tomaba dictado, leía sus manuscritos, la cuidaba, le resolvía cantidad de cuestiones prácticas.

“¿Me quieres a mí o a Duras?”, era la pregunta –obsesiva- de la escritora.  ¿Cómo saberlo? Respondía Yann de muchas maneras. ¿Cómo separar lo que no es separable? Y por momentos los ataques de Duras se desbarrancaban hacia consideraciones bastante más denigrantes: “¿Me quieres a mí o quieres mi dinero? No te voy a heredar nada”. Mucho después de la muerte de Duras, al momento de la salida de “Ese amor”, en una entrevista con Thierry Ardisson  (está en youtube) un Yann
 desesperado, monosilábico, tuvo que soportar el mismo tipo de insinuaciones por parte del entrevistador y de algunos participantes en la mesa.
Me pareció, al escucharlos, como si un ser de una gran delicadeza, de un gran desamparo… tuviera que enfrentarse (promoción editorial oblige) a una horda rudimentaria, que quizá ni siquiera leyó sus libros, que se quedó sin entender nada de una pasión extraordinaria, porque ellos (y no podían estar hablando sino de ellos mismos) fueron incapaces de ir más allá de sus prejuicios.

Nada que ver con la entrevista (mismo año, también en youtube) con Bernard Pivot, el entrevistador que adoraba a Duras, que recibió a Yann en su estudio, como lo que Yann era: un escritor de una gran poesía. Un hombre que acompañó a Duras con una lealtad a prueba de abismos y crueldades. Y sí, Yann escribía de una escritura durasiana. Muy durasiana. Yann escribía con esas mismas frases cortas, con esa abundancia de punto y aparte que llaman a una literatura que sabe de silencios, con esa misma honestidad descarnada de su compañera. ¿Y luego? ¿Yann se fusionó con Duras? Sí, en la escritura como en la vida. Pero Duras también con Yann. ¿Duras protegía a Yann? Sí, y Yann se entregó con todo, al casi imposible oficio de protegerla. Sobre todo, protegerla de ella misma.

¿Duras dudaba del amor de Yann porque él necesitaba amar sexualmente a otras personas? Es muy probable. ¿Porque la diferencia de edades era de casi cuatro décadas? Quizá también. Pero tal vez ella dudaba del amor de Yann, porque “dudar” era su manera de estar en el mundo. Ese vacío, ese sufrimiento que no se detenía ni con la escritura, ni con el amor. Duras bebió hasta el coma etílico. Escribía y bebía. Bebía y escribía. Corría a Yann de su casa, y él regresaba a tocar la puerta. Se reconciliaban. O él ya no soportaba más  y salía corriendo y era ella quien le rogaba regresar. Cada una/o vive a como puede. Cada una/o ama a como puede. En 1983 Yann Andréa publicó “M.D”. Habla del alcoholismo de Duras, de su desintoxicación. Fue Duras quien insistió para que lo publicara, para que el exorcismo privado fuera público. Después de esa cura Duras escribió su novela más leída: “El amante”. Yann Andréa, no sólo se convirtió en un personaje de Duras y en su interlocutor literario, también la acompañó en una escritura que comenzó a  ser escrita en primera persona.

En el 2000, Yann publicó “Ainsi” y en 2001 “Dieu commence chaque matin”. Se ocupó de la publicación de las obras de Duras, obligó a Jean Mascolo, el hijo de la escritora, a retirar el libro: “La cuisine de Marguerite”, que había editado. Mascolo se enfureció y escribió contra Yann. Al escritor le pareció que ese libro con las recetas de cocina de Duras, era “un muy mal libro”, y que él, su compañero y albacea, tenía que cuidar -hasta el último día de su vida- del nombre de su terrible y genial bien amada.
Y también guardó silencio Yann. Mucho. Ese silencio que Duras le reprochaba.


Una carta de Duras a Yann Andréa
23 de diciembre de 1980.
A seis meses del comienzo de su relación de pareja.
(Traduzco una parte)

“Yann. Se terminó entonces. Haré todo por olvidarte. Espero lograrlo. Te amé locamente. Creí que me amabas. Lo creí.  El sólo hecho positivo, espero, que me hará desatarme completamente de ti, es ese, el hecho de que construí sola la historia de amor.

Creo que tú también me amas, pero no de amor, creo que tú no puedes contener el amor, sale de tí, se escurre de tí como de un contenedor agujereado.  Quienes no han vivido contigo no pueden saberlo.  Algo de eso percibí durante la primera escena en Deauville. Me dije: ¿Con quién estoy? Pero lloraste y pasó. No he olvidado ese terror…todo sería posible, todo, si tu fueras capaz de amar.
Digo bien: capaz de amar como uno es capaz de caminar.

El hecho de que no hables nunca, lo que me sorprendió tanto, también viene de allí. De esa carencia del decir, de tener algo por decir. ..No eres malo. Yo soy bastante más mala que tú. Pero tengo en mí, al mismo tiempo, el amor, esa disposición particular, irremplazable del amor.  Tú no la tienes. Te ayudaré…no voy a fallarte…Pero quiero mantenerme al abrigo de esa aridez que sale de ti. Y que es carcelaria, intolerable, espantosa. No sé de dónde viene, no puedo describirla, salvo esto: es un hueco, una carencia, un vacío al lado del cual mi maldad, por ejemplo, es una pradera, una primavera.  Vivir contigo, al lado de ti, es imposible…

Me escribiste por años justamente porque yo escapaba a esa indecencia de existir. Te amo Yann. Es terrible. Pero prefiero amarte que no amarte. Quisiera que sepas lo que es. Qué verano, qué ilusión, ha sido maravilloso, no podía continuar… No sé qué hacer de la vida que me queda por vivir, unos pocos años. El crimen fue ese: hacerme creer que todavía podía ser amada…”.

Yann Andréa murió apenas hace unos días.  Una podría decir que murió solo. ¿Cómo saberlo? Habrá muerto como vivió con la escritora y sin ella: lleno de Duras, vaciado de Duras. Leyéndola. Escribiéndola.  Amándola desde su silencio largo y empecinado. Justo él, ese hombre al que ella acusaba de “no saber amar”. Ese hombre retraído, tímido, fragilísimo:

“Me tiene encerrado en el cuarto oscuro. No soporta que cualquier otra persona pueda verme. Quiere ser la preferida. La única. Entre todos. En todo el mundo. Y, del mismo modo, yo soy el preferido…Pocas veces, aunque si alguna vez, digo: ‘Duras, estoy harto, Duras, no puedo más, Duras, se acabó’. Ella deja que estalle la ira, que se pronuncien los insultos y luego se me acerca, me coge de la mano: ‘no, no diga eso, eso no es verdad, nunca se acaba con Duras, y usted lo sabe’”.

La entrevista de Duras con Bernard Pivot, después de la publicación de “El amante”.
(Subtítulos en castellano)

https://www.youtube.com/watch?v=IVqxmOHmKZo

Tráiler de la película “Ese amor”, de Josée Dayan.
El encuentro de Duras y Yann Andréa.
(Los subtítulos están en portugués)
https://www.youtube.com/watch?v=VJDUtOk6V6w

La entrevista de Yann Andréa con Bernard Pivot, después de la publicación de “Ese amor”.
http://www.ina.fr/video/I04254777/yann-andrea-a-propos-de-marguerite-duras-et-l-ecriture-video.html

@Marteresapriego

martes, 8 de julio de 2014

La escritora Elena Garro y su tumba sin nombre

“Ahora se cree que Rulfo es superior a Garro yo no estoy de acuerdo. Elena está en la primera fila de la literatura mexicana; ahora, deteniéndonos en pequeñas cosas me acuerdo de que en la novela de Elena los personajes salen a la lluvia, y como están tan enamorados no se mojan”, Emmanuel Carballo.
“Elena Garro fue un ser lleno de contradicciones y enigmas. Para ella nunca hubo medias tintas. ¿Se comió el personaje a la escritora? Elena es un icono, un mito, una mujer fuera de serie, con un talento enorme. A nadie deja indiferente. Impresionó a todos los que la conocieron, marcó con una huella indeleble a quienes la trataron... sin embargo, con su muerte, no ha crecido su leyenda...”: Elena Poniatowska.



Una tumba desolada. Sin lápida. Una tumba sin nombre en el cementerio Jardines de la Paz en Cuernavaca. (Sí, de la Paz). Una cruz que nos hace pensar en los celtas, la cruz sí es linda, y está rodeada de un arbusto que la abraza.  La hizo colocar Helena cuando murió su madre. Al lado hay un pinito largo y seco. ¿Estará muerto? Al pie un pequeño macetero en donde sembraron una bugambilia que se desmelena.  No hay dónde colocar las flores. Una tumba atrapada de olvidos y cubierta sólo con cemento.  Una tumba anónima es la última habitación terrena de una de las más grandes escritoras de habla hispana: Elena Garro, y de su hija la escritora y poeta Helena Paz. ¿Cómo es posible? La desmemoria. ¿Cómo es posible que una mujer que firmó con su nombre la belleza de montones de palabras (teatro, cuento, novela, artículos periodísticos) que marcaron un parte aguas en la literatura mexicana, esté relegada a este islote sin nombre?  Ella, “la precursora del Realismo Mágico”. Una tumba como un último naufragio.


Foto: Roxana Peirce Uhlig
Sección 8, fila 22, lote 37.  Hace mucho calor en Cuernavaca.  Lucía Melgar, Doctora en literatura, especialista en Género y en la obra de Garro, abraza los ramos de mimosas y aves del paraíso que trajo para Elena y Helena. Las quiere mucho a ambas. Ha trabajado sus obras por muchos años. Fue gracias a su intervención que cantidad de documentos de Elena fueron adquiridos por la Universidad de Princeton, para salvarlos del extravío y del deterioro que provocaban en ellos las amadísimas colonias de gatos de madre e hija. Lucía ordenó los documentos, copió con meticulosidad lo que tuvo que ser pasado en limpio, coordinó con Gabriela Mora el libro “Elena Garro. Lectura múltiple de una personalidad compleja”, que en lo personal, me gusta muchísimo, sobre todo los excelentes ensayos/testimonios de Lucía y de Patricia Vega.
Cuando vimos la tumba tuvimos la certeza de que teníamos la dirección equivocada. Tres lectoras enmudecieron. Roxana Pierce convocó a los trabajadores del cementerio:  “¿En dónde están las Elenas?” “Si buscan a una señora que murió hace como dos meses y era famosa, ésta es, vinieron a su entierro Televisa y Tele Azteca”, nos dice un señor; se refiere al sepelio de Helena. El siguiente trabajador confirma la visita de las televisoras y cuenta las tumbas: “¿Ven? Ésta es la número 37”.  Seguimos sin creerles. Vuelta a las oficinas: ese es número de lote, pero en la tumba no hay número de lote. El señor Omar Flores cuenta que al momento de enterrar a Helena, la lápida con el nombre de su madre estaba tan pegada al cemento que tuvieron que romperla. Después vi esa lápida en un video, era muy pequeñita y el resto de la tumba era puro cemento, como ahora. Por lo menos –entonces- estaba inscrito el nombre de Elena Garro. Roxana encuentra el número de lote en la tumba que sigue: es la 38. Estamos en el dolorosamente equivocado lugar correcto. 


Foto: Roxana Peirce Uhlig.
“Un familiar de las señoras dijo que regresaría para hacer colocar una lápida, pero ya nadie regresó”, dice el señor Omar. Ninguna de las tres pensó en traer libros de Elena y Helena. Eso. Colocar libros con sus nombres sobre el cemento. Lucía fue por agua y acomodó las mimosas y las aves del paraíso en el lugar que encontró: los floreros de la tumba de al lado, y murmura: “El lugar de Elena Garro es la rotonda de las personas ilustres, y no sólo no se considera esa posibilidad, sino que hasta el nombre está arrancado”. Hace años que Lucía Melgar intenta hacer avanzar esta propuesta: reconocer lo que Elena Garro significa en la literatura mexicana. 


Foto: Roxana Peirce Uhlig.
“Elena siempre sugiere el lujo y la maldición del infortunio junto a una infinita tristeza venida de otros mundos”, escribió Carlos Landeros. Las Elenas fascinaban y dolían.  Es cierto. Tan brillantes, tan luminosas  tan seductoras, y tan caóticas. Siempre al borde –ambas- de ese penúltimo ataque de nervios. Al borde de la desesperación, del abismo.  Tan reinas y tan “mendigas” en ese que fue su imaginario compartido de mujeres “perseguidas”, “humilladas”, “excluidas”. Esta tumba es insoportable por cantidad de motivos, y hay algo en ella de particularmente siniestro: es como si en su abandono, en su descuido,  le diera la razón a esas fabulaciones que mordieron sin parar las vidas de las dos Elenas:  Nadie las respetaba, nadie las quería, el mundo se confabulaba cada amanecer contra ellas.  Eran seres condenados a la desprotección y a la fuga. Roxana saca de la bolsa su pañuelito de encajes y recorre el cemento, como si quisiera sacarle brillo. Le ayudamos. Eso de los encajitos, seguro le gustó a las Elenas.
Tenemos que contradecir a Elena en sus imaginarios de olvidos y abandonos. Leerla más y más para reencontrarla en su escritura donde fue magnífica. En su amor (tan negado y renegado) por Paz y en su amor (tan reivindicado) por Bioy Casares. Elena con su famosa capa dragona,  y sus gustos exquisitos; fascinada por Ana Karenina y por San Petesburgo, y por la archiduquesa Anastasia, y tan comprometida, por tantos años con los campesinos explotados y su derecho a la tierra. Reencontrarla en sus declaraciones hilarantes, seriecísimas y mágicas:  “Yo no me quería casar (con Paz).  (Pensé…) por lo único que me casaría sería por tomar café con leche”. “Sigo creyendo que el cuerpo de la princesa Anastasia nunca se encontró porque no murió y se convirtió en Greta Garbo…”, le contó en una entrevista a Carlos Landeros. Y ella estaba escribiendo la saga histórica de esa fascinante “conversión”.
 Madre e hija fueron grandes fabuladoras, y para quienes las conocieron y/o las estudian, ha sido y es muy difícil deslindar entre la realidad y sus invenciones. Quizá para entenderlas podríamos recurrir a la diferencia (casi tajante) que marca Lacan entre la realidad y “lo real”. Lo real es lo innombrable interior, esas especies de “voces” que nos hablan y –si las dejamos- se imponen. Lo “real” es la secreta e imperiosa experiencia del cómo hemos dado acuse de recibo de la experiencia vivida. No, “lo real”, no es la realidad y por eso Elena Garro vivía como atrapada en sus destiempos y en sus mundos paralelos.  Por eso seguía hablando de Paz como si le hubiera sucedido antier. Por eso, investigadoras que la han amado tanto como Patricia Vega y Lucía Melgar, guardan aún en sus cajones  apuntes, entrevistas, documentos…ese libro para Elena, que algún día –ojalá para nosotras/os- van a escribir.  Cuando lo que duele duela tantito menos.
BREVE SEMBLANZA           
“Yo creo en todo, en dios y en el diablo, en los ángeles y los diablillos, en los santos creo mucho, creo en los dioses griegos también”, Elena Garro en entrevista con  Landeros. Elena y su ménage de diablillos y dioses griegos nacieron en Puebla el 11 de diciembre de 1916. Jugó de continuo con su edad, lo que confundió a algunos de sus biógrafos que señalan 1920 como fecha de su nacimiento. Creció en Iguala, Guerrero  (el Ixtepec al que hace hablar en “Los recuerdos del porvenir”), luego la familia se mudó a la ciudad de México en donde Elena ingresó a la preparatoria. Más tarde estudió Filosofía y Letras en la UNAM. Fue coreógrafa del Teatro Universitario. Se casó con Octavio Paz  en 1937, Helena nació en 1939, y el matrimonio se terminó legalmente en 1959. Vivieron juntos en México, Francia, Japón y Suiza. En 1972 Elena y Helena comenzaron su exilio de más de veinte años:  Estados Unidos, España, París. En 1993 regresaron definitivamente a México y vivieron en Cuernavaca.
Elena Garro murió el 22 de agosto de 1998 (cinco meses después de la muerte de Paz), cuando le dieron la noticia de la muerte del padre de su hija y de quien fuera su pasión de pasiones (así fue Paz para Elena, dijera ella lo que dijera…bastaba escuchar su manera de decirlo…) Elena respondió: “Se me adelantó. Él me va a recibir allá arriba. La muerte es para vivir siempre”. Helena Paz murió el 30 de marzo de este año, un día antes del Centenario del nacimiento de su tan adorado y aborrecido padre.  Irrupciones del “azar”, que una no puede dejar de mencionar, esta proximidad de las fechas. ¿O podríamos permitirnos llamarle a la manera de Jung: sincronicidad?


“Yo creo que todos vivimos nuestra vida; cuando a mi alguien me dice ‘quiero vivir mi vida’, pienso que está loco porque está viviendo su vida. ¿Qué otra vida va a vivir sino la suya?…La novela más autobiográfica que he escrito es ‘Los recuerdos del porvenir’, Mortiz me publicó ‘Los recuerdos…’ porque Octavio se lo exigió”, Elena en entrevista con Landeros. Y esta declaración contradice – de buena fuente- una de las más reiteradas fabulaciones de Helenita: su padre rogó a su madre que destruyera la novela porque era demasiado buena, y él no soportaba el talento literario de su esposa. Helenita y su primo –aseguraba H. - irrumpieron para rescatar la obra del fuego. Cada vez que he leído o escuchado esta anécdota (tan recurrente), me imagino -con mucha tristeza- que quizá, lo que Helenita quería decir, es que fue su obra, la de la hija de Paz y Garro, la que ardió en esa devoradora con/fusión de espejos. Todo lo que le quedó por escribir. La segunda parte de sus “Memorias”, por ejemplo. 
LOS AMORES DE ELENA
“Casi desde el principio de mi matrimonio con Octavio me di cuenta de que este no iba a funcionar porque los dos queríamos ser el sol…Octavio y yo comenzamos a practicar un juego muy peligroso, que nos falló y que hizo que al final nuestro matrimonio terminara hecho jirones. Durante varios años, el nuestro fue un matrimonio abierto, Octavio tuvo muchas amantes, yo algunos. Siempre preferí la inteligencia al sexo y cuando muy raramente se dio el binomio, fue algo maravilloso. De mis amantes sólo te mencionaré a dos:  a uno porque nunca lo quise y al otro porque jamás lo olvidé. El primero se llama Archibaldo Burns. En alguna ocasión se da el binomio y es  tan maravilloso que podría parecer un sueño. Eso me sucedió con Adolfo Bioy Casares…” entrevista con Landeros.
PARA ACERCARNOS A ELENA
 “Elena Garro. Lectura múltiple de una personalidad compleja”, coordinado por Lucía Melgar y Gabriela Mora. (Extraordinarios los textos de Lucía Melgar y Patricia Vega).
“Elena Garro”, correspondencia con Gabriela Mora. Reportajes de Patricia Vega publicados por La Jornada.  “Yo, Elena Garro”, de Carlos Landeros. “Testimonios de Elena Garro”, de Patricia Rosas Lopástegui y “El asesinato de Elena Garro”, también de Lopástegui. En lo personal, creo que “El asesinato…” es importante, por muchos de sus contenidos inéditos, aunque difiero completamente del lugar de víctima en el que Rosas coloca cada vez a Elena Garro, así como de los modos tan a rajatabla del feminismo de la autora. 
 ¿DÓNDE  ANDA CONACULTA?      
Una tumba anónima. “Elena, criaturita rubia, cigarra loca, hija y hermana de la tierra y del casino de París, bienvenida con nosotros, aunque nunca haya estado lejos su obra y su amor de los campesinos la han mantenido presente e inmediata, para ayer, para hoy y para siempre”. Emilio Carballido, a la llegada de Elena a México. Esa tumba sin nombre, la de la “cigarra loca”. ¿ Y CONACULTA?  “Los recuerdos del porvenir de Elena Garro considerada una de las mejores novelas del siglo XX, su aparición fue un parteaguas dentro de la narrativa mexicana y la literatura hispanoamericana porque es la primera novela de una escritora sobre la revolución mexicana con una mirada desmitificadora”, dice una voz en el video creado por CONACULTA, para celebrar los cincuenta años de “Los recuerdos del porvenir”. Y sin embargo…
“Las/los lectoras/es de Elena Garro tendríamos que exigir que fuera honrada como le corresponde: una ceremonia que lleve su cuerpo a la Rotonda de las Personas Ilustres.  Ahora, con la fuerza de las redes sociales,  ¿por qué sus lectoras/es no hacemos una campaña? Elena es leída y admirada, los jóvenes buscan su obra…no es posible la crueldad y la ingratitud de esta tumba”, Lucía Melgar, esa mañana en Cuernavaca.
La fascinante Elena, ¿quién como ella para encarnar la frase del poeta Walt Whitman: “Yo soy inmenso, contengo multitudes”.  Más que merecido y porque No vamos a olvidarla: Elena Garro a la Rotonda.

La provocación de Angélica Rivera

Periódicos de México, la revista Proceso, diarios como el New York Times y elWashington Post publicaron avances y/o análisis de las declaraciones de la esposa del presidente, pero sobre todo de las imágenes que ilustran la entrevista.  Las redes sociales  y la versión por internet de los diarios,  han permitido que se expresen cientos de opiniones/interpretaciones alrededor del tema.
Desde el punto de vista de los “modelos” de femineidad puestos en circulación –hasta ahora- desde los Pinos, la puesta en escena de Angélica Rivera y su hija no deja de ser interesante por provocadora y por disruptiva.  El titular del dossier es absurdo, y termina cayendo por su tipografía en la categoría del acto fallido (eso que nos da por llamar lapsus):“Poder” está escrito con letras muy grandes, y “redefiniendo” y “femenino”, con letras muy pequeñas; dato que termina haciendo justicia a la realidad: el de Angélica Rivera en este momento de su vida, es un “poder” por procuración, lo que no la hace menos “poderosa”,  pero ciertamente sí le dificulta ser un modelo de “redefinición” de “poderes” femeninos.
Es un hecho que la Presidencia vive y ha vivido en la vendimia de imágenes calculadas y trabajadas: Marta Sahagún, por ejemplo, era hasta feminista. ¿Por qué no, si bastaba con decirlo? No importa quién es esa mujer casada con el presidente: se le construye un discurso, una manera de vestirse, de posar, de abrazar a los niños desamparados y  mirar “arrobada” a las personas mayores. Relumbrón. Apariencia. Juego de simulacros, ¿cómo van a responder los encuestados? ¿Cuántos puntos se ganan y se pierden? Sabemos –hasta el sollozo- que el modelo de la “primera dama”, (una expresión penosa de por sí, pero que no es exclusiva ni de México, ni del castellano) es –hasta ahora- un producto. 

La “Primera Dama” y los imaginarios inducidos
Las esposas de los presidentes han estado en la obligación de cumplir con una imagen: son –sobre todo- esposas y madres entregadísimas y abnegadas. Altruistas. Generosas. Hogareñas.  Guadalupanas y respetuosas de Dios. Si tienen una profesión y han sido mujeres trabajadoras fuera del hogar, mejor (ya en estos tiempos), siempre y cuando durante su trance sexenal, eviten ejercerla. Pudorosas. Muy pudorosas. Como si de sus figuras pendiera toda una idea de “decencia y honor femenino”, que intenta definir a todititas las mujeres mexicanas, así de millones como somos.  Se supone que ellas instituidas –con calzador- en icónicas “primeras mujeres”, nos representan. En ese contexto, las imágenes han levantado olas (olas urbanas, por supuesto) que no se han dado porque la esposa del presidente pose para una revista de este tipo, lo que ha sido bastante recurrente, sino porque posa “sexy”.  Porque exhibe un evidente placer y orgullo en la relación con su cuerpo.  Porque transmite un mensaje de: “Mi cuerpo me gusta y es mío. Y háganle como puedan, si les da escalofríos”.
Una “primera dama” mostrando la espalda con un vestido muy escotado, mostrando los contornos de sus piernas en mallones, o las rodillas descubiertas. ¿Es un oprobio? ¿Nos ofende? ¿Es –en sí mismo- desneuronado que lo haga? ¿Nos desneurona a las demás? ¿Una mujer que se muestra en su belleza es de manera inevitable un “objeto sexual” encanallado? ¿Acaso los “peros” no están en otro lado? Me gustaron las poses sexys.  Por reivindicativas y por ruidosas. También porque a ambas –hija y madre promoviéndose- les quedan muy bien. Claro que me asaltaron incomodidades: Los trapos que les eligieron: ¿Son de ellas o cedidos por las casas de moda? ¿Si son de ellas quién los paga? Me imagino que los mismos –que mientras este país no se transforme- pagaron, pagan y pagarán los vestidos de diseñadoras/es de las “primeras damas”. No es tan misterioso: las generaciones de  contribuyentes que nos antecedieron y nosotras/os.
Imágenes así son –sin duda- una afrenta para millones de mexicanas/os reducidos a la precariedad y a la sobrevivencia económica. Los modistos según la lista que nos ofrece la revista Proceso: Dolce & Gabbana, Armani, Louis Vuitton, Mango, Tane, Alejandro Carlin, Julio, Burberry. Y esos diseños y texturas desfilan mientras en el interior de la revista Angélica Rivera aclara: “Aquí en la casa comemos sopa de fideos, tacos de pollo, croquetas de atún…” me pareció de risa loca (y furiosa), la aclaración tan evidentemente manipuladora e inútil.  Justo los alimentos que toda/o ama/o de casa conoce como de los más económicos, en los hogares, claro, en los que los tacos se pueden rellenar con pollo y no con frijoles, lo que ya hace una diferencia enorme. Y porque más abismal aún es la diferencia entre comer tacos de pollo porque a todos nos da el antojo, y cenar salmón con blinis, cuando nos da “el antojo”, que preguntarse  cuántas tortillas hay que comprar, para no quedarse tan con hambre.
Es en ese sentido que las imágenes me parecen exhibicionistas e impúdicas. No porque Angélica Rivera muestre la piel. El marketing ha sido –hasta ahora- inevitable en las clases políticas, y no sólo en México. Michelle Obama, Carla Bruni posaron también para Marie Claire, cada una desde ese “estilacho” tan determinado por lo que el “qué dirán” de sus respectivas culturas pudiera/puede “tolerar”.  No es lo mismo un escote en esa Francia de las sensualidades, que en los Estados Unidos bastante más “asépticos”.  ¿Angélica Rivera posa de esta concreta manera porque fue modelo y actriz? No necesariamente.  Podría haber ejercido su oficio, a como lo hizo, y llegar a los Pinos vestida con una versión fashion  de doña Sara García. Ya no se usa, es cierto, ahora hay que parecer ligeras, deportistas, dinámicas, “empoderadas” en el espacio y en el cuerpo; pero lo que quiero decir con ese ejemplo extremo de doña Sarita, es que desde los Pinos se vende lo que haya que vendernos –según ellos- y eso nunca ha sido distinto.  Lo que es distinto y me deja atónita, es ese nuevo lenguaje corporal.

The "first lady" estadounidense, Michelle Obama. Revista Marie Claire, 2013.

La "première dame" de Francia, Carla Bruni. Revista Marie Claire, 2008.
¿Por qué las sensualidades a dos años de los comienzos del sexenio? ¿Por qué ahora le está permitido y antes no? ¿Si una ya se codeó con la reina de España, -sin desmerecer, quizá les dicen las encuestas- puede mostrarse como le venga en gana? No tengo una respuesta. Me parece que si el estilo de una mujer ha sido y es sexy, no tiene por qué renunciar a ello por ser la esposa del presidente. ¿Nos conmovería mucho que fuera sexy, inteligente, comprometida y con un doctorado en Estudios de Género y otro en Desarrollo Sustentable? Pues es probable que sí. Aunque casi ninguna de nosotras está en posibilidades de cumplir con semejante lista de requisitos. ¿Es una “frívola”? esa impresión me da, le escuché hace unos días una vieja entrevista (cuando era actriz) de una banalidad espeluznante.  Pero no es “frívola” porque sea sexy. Separemos. Y en todo caso muy en su derecho, así  la eligió su marido, y su marido llegó a la Presidencia. ¿No nos gusta naditita que haya ganado su marido? Ese es otro punto.
Los pretextos de la misoginia
Algunos comentarios leídos en las redes sociales – a raíz de las fotografías- no dejan de llamarme la atención: “En sus talleres ya pueden los mecánicos renovar sus calendarios”, “Trae el poder entre las piernas”, “Es una prostituta”. “Farandulera”, “Es una zorra”. “Mujerzuela”, “Par de gatas”.  ¿Ustedes disculpen? Hay un tinte misógino en estas alusiones que es muy insultante y doloroso, diríjase a quien se dirija. Un tono que recrea maneras alienantes de considerar  y juzgar la femineidad.  ¿Zorra? ¿Qué es eso? ¿Acaso “gatas” no es un clásico de la discriminación clasista y racista? Hay mucho que analizar, y muchas maneras de manifestar nuestro rechazo o nuestro disgusto hacia la persona de Angélica Rivera en su papel de esposa del presidente (si ese es el caso), pero insultar a una mujer que trabajó como actriz y modelo porque posaba en bikini, me parece discriminatorio y fuera de lugar. Que nuestro disgusto no sea pretexto para descalificar el derecho de una mujer a trabajar en lo que quiera y pueda.
Algunas de las consignas fundamentales del feminismo desde los principios de la segunda ola han sido: “Mi cuerpo es mío”, “Tengo derecho a decidir sobre mi cuerpo”, “Saquen sus rosarios de mis ovarios”. Las frases se refieren a la necesidad de despenalizar el aborto, o como sucede en la ciudad de México,  al acceso a la interrupción -libre y gratuita- de un embarazo (en sus inicios), y por demanda de la mujer. Pero también tienen todo que ver con la reivindicación del derecho de una mujer a vivir su sexualidad y los modos de su sensualidad a como ella elija, sin alienación e intimidaciones sexistas, enunciadas por mujeres o por hombres. Transformar los mapas mentales. ¿Qué es una mujer? ¿Según quién? ¿Qué y quién desea ser cada mujer? Porque creo en los contenidos de esas consignas, y en la libertad que implican para todas (y a partir de esa libertad, que cada una elija lo que quiera: la virginidad para siempre…el matrimonio monógamo, la pareja monógama sin matrimonio, el poliamor, la soltería en sus distintas formas…su objeto de deseo y/o de amor en masculino, en femenino, ambos, etc.) No veo qué me daría derecho a  juzgar a una mujer que posa/posó en bikini. Que el cuerpo de una mujer sea suyo, y de nadie más, no es una convicción que pueda estar sujeta  ni a mis gustos, ni a mis preferencias, ni a mis específicas elecciones de vida. “Seamos dueñas de nuestros cuerpos a como yo digo que hay que serlo, porque si no te corto la yugular con palabras…”. Me parece una afirmación particularmente impositiva.
La “Primera Dama” y la “first lady”.      
La editora de modas  Robin Givhan, del  Washington Post escribió –con el tema de las fotos de Rivera- un análisis  bastante más extenso e interesante que las frases de su texto que han sido más citadas. Givhan no sólo habla de cómo Angélica Rivera luce “descaradamente sexy”, y su hija usa una falda “extremadamente breve”, lo que extraídas sus frases de contexto parecería todo un juicio sumario de tonos - sobre todo- puritanos. A Givhan, no le interesan los juicios sumarios, sino analizar un “fenómeno social” que tiene que ver con las imágenes de las “primeras damas” en Estados Unidos y en México, y lo que culturalmente se espera de ellas. Hace –además- un análisis de la necesidad de las mujeres (y los hombres, sin duda, aunque sea tan distinto, y hasta aparatosamente distinto, según la cultura), de reafirmarse –también- a través de sus cuerpos.
Givhan se extiende en el cuestionamiento a la dificultad (y el dolor) que puede significar –para millones de mujeres- el vivirse alienadas por los estereotipos de belleza (y yo agregaría poder económico) difundidas por las revistas de moda y cantidad de medios: “La primera dama usa mallas y su hija una falda extremadamente breve. En cada caso, la estética gira alrededor de las piernas…piernas largas, largas”. Pero el análisis que hace Givhan es el de una mujer inteligente y sensible a los condicionamientos de las femineidades (hacia un lado o hacia el otro), no el de una periodista horrorizada por una minifalda, unas rodillas desnudas, y un escote. 
Givhan hasta toma tonos irónicos al hablar de: “Desde el mirador de los Estados Unidos, donde alguna gente todavía hiperventila reprobadora unos brazos descubiertos en el Ala Este, el atuendo (de Rivera) es asombroso”.  Con los brazos descubiertos y el Ala Este, se refiere a una foto de portada de Michelle Obama en la que usa un vestido con los brazos descubiertos, que en su momento causó polémica: ¿Una “first lady”mostrando sus brazos? En 2013 Michelle posó para Marie Claire (sin mostrar más piel que la de su rostro) con el siguiente titular en portada: “La primera dama se abre: el sexo con el presidente”. ¿Qué tal? “Nuestra vida sexual nunca había sido más abierta, más dada a experimentar y más generosa’”. Claudia Bruni, posó para Marie Claire en 2008, sexy y “bohemia”, entalladita, bellísima y con su guitarra al lado.
Me permito traducir algunos párrafos de Givhan
El sexo puede vender de todo, desde carros hasta yogurt, pero la prueba más grande podría ser si puede vender la idea de una primera dama como una mujer como cualquier otra –una que no está obligada a responder a expectativas anticuadas y desmesuradas, en términos de las tradiciones culturales que debería representar, el mensaje que debería enviar desde su ‘bully pulpit’, o cuánto de su persona le está permitido ser… Esa pregunta es el subtexto –quehierve- en un nuevo perfil de la primera dama de México, Angélica Rivera de Peña… Rivera aparece en la portada de julio de la revista Marie Claire – para México y Latinoamérica- luciendo ‘unabashedly” (insolente, descaradamente…) sexy, junto a su hija Sofía Castro’. ‘Bully pulpi’” es una expresión que se refiere a un espacio desde el cual se tiene el poder de hablar y ser escuchado, con frecuencia se utiliza para declaraciones emitidas desde la Casa Blanca”.
Continúa Givhan: “El estilo de Rivera es llamativo, pero lo más provocativo son sus poses. Es el lenguaje corporal lo que es sexy…en la portada su postura es particularmente declarativa… y mientras que las tradiciones son diferentes en cada país, estas fotografías de Rivera son inusuales… El tema del poder es tramposo en una revista de modas. Esos brillos, después de todo, son alumbrados por una industria que juega rápido y  relajado con la autonomía femenina, creando regularmente  patrones e instalando indicadores en la cultura que guían el pensamiento del público en lo que significa ser una mujer moderna…el ideal femenino que pintan  las revistas de modas – en perfecto-cabellos secados con pistola- detalle, es un ideal imposible de emular. Pero por lo menos en un punto las revistas de modas ofrecen un argumento fuerte: hay un cierto grado de poder personal a ganar en descubrir cómo nos vemos…”.
Y muy interesante: “Para las mujeres en el ojo público, ese placer tan personal puede  llegar a ser  una tortura. Sus cuerpos se  convierten en una propiedad común…para una mujer Americana (la cursiva es mía) que pisa el papel de primera dama, su cuerpo debe ser negado. No puede ser expuesto demasiado. Demasiado fuerte. Demasiado sexual. La belleza es aceptada, hasta esperada. Pero…el atractivo sexual, la sexualidad, está fuera de los límites.  No se menciona. Si fue obvio o por lo menos visible antes de su nuevo papel”.
Lo disruptivo
Y vaya que son “inusuales” las poses sexys de Angélica Rivera, -sobre todo- para la esposa del presidente de un país mayoritariamente católico y conservador, en el que todavía discutimos si la anticoncepción condena o no a un alma, si la “píldora” del día siguiente es “abortiva”, si la educación sexual en las escuelas no “corrompe la inocencia”. Si las mujeres sienten deseos sexuales, si el orgasmo femenino importa, si el erotismo a solas es una perversión, si el cunnilingus todavía peor.  Un país en el que crece el número de embarazos adolescentes, aún en los casos de relaciones consensuadas y  en las que los jóvenes sí tienen información y acceso a los anticonceptivas. En términos de la carga emocional negativa que implica la sexualidad en femenino,  protegerse significa aceptarse deseante y deseada. Protegerse es  asumir la responsabilidad y el derecho al placer, como un modo -en sí mismo- de amar y/o de gozar.  México es –aún- un país en el que el cuerpo femenino es culpabilizado y se vive – con demasiada frecuencia- como culpable.
En ese sentido, y sólo en ese, el lenguaje corporal de la esposa del presidente me parece disruptivo, y muy interesante.  Ese es mi contexto bien concreto de análisis: En una cultura en la que expresiones denigratorias como “zorra” y “mujerzuela” siguen existiendo tan “graciosamente”,  sin  -por supuesto- adjetivos masculinos equivalentes, me parece importante que Angélica Rivera –desde su “pulpit”- se muestre sexy. ¿Tenemos que parecernos a ella y correr hacia las dietas? Por supuesto que no. A cada una su singularísima y libre manera de vivir en/ con su cuerpo.