viernes, 9 de enero de 2015

El Julio Scherer que murió de amor

Tumba de Susana Ibarra Puga (Foto: Agustín Velasco)
Rosalba despertó de súbito cuando sonó el celular. Del otro lado, Susana Scherer le informó con voz débil lo que unas horas antes ya habían vaticinado. “Rosi, mi papá ya se reunió con mi mamá”, le dijo.
"A mi me dio mucha tristeza, porque el señor era muy buena gente. Un día antes me habían llamado para decirme que vendría a hacer trámites al panteón porque don Julio ya estaba muy enfermito", platica Rosalba y se da pausas de algunos segundos para relatar anécdotas, como para darle veracidad a sus dichos.
Rosalba conoció a Julio Scherer hace algunos años, cuando el periodista la hizo su amiga en el Panteón Francés. Ella no sabia a quien tenía enfrente, para ella solo era Julio el enamorado.
"Venía a ver a su esposa (Susana Ibarra Puga) la quería mucho y la extrañaba más, se sentaban mucho rato en la tumba de enfrente a mirarla, a mirar su nombre inscrito en una placa. Luego se iba a dar vueltas por el panteón, a los nichos, a las tumbas", continúa Rosalba con los ojos llorosos.
Susana Ibarra de Scherer murió el 11 de junio de 1989, víctima de cáncer. Desde entonces Julio se entregó a sus hijos y a las visitas continuas al panteón donde descansa su amada.
"Le traía un arreglo de flores artificiales que cambiaba cada año en septiembre, mes del cumpleaños de ella. Le adornaba su tumba con más flores; eso sí, nunca venía solo, siempre con sus hijos", continúa Rosalba
“Me pedía que tuviera limpia la tumba de su esposa, le barría todo el pasillo para que él viniera a verla; incluso le mandó a hacer una pequeña banqueta para sentarse a recordarla”, relata.
Rosa es trabajadora del Panteón Francés y la tarde en que han enterrado a Julio Scherer García trae dos aretes distintos, uno de perla y el otro en forma de flor... los dos se los regaló don Julio.
"Una vez perdí el par de estos (enseña el de forma de flor) y me dijo: 'ni modo, ahora vas a tener que usar dos distintos' y me regaló los de perla"… “otro día me dijo: tu traes algo ¿qué tienes? te ves triste”.
A través de los años Rosalba y Scherer García forjaron su amistad.
“A mi hijo le regalaba suéters, a mi me ayudaba económicamente de vez en cuando. Me preguntaba ¿cómo andas, Rosalba? Y me daba dinero”, recuerda.
La mañana de este 7 de enero, cuando Susana Scherer le informó que su padre había fallecido, Rosalba se encargó de barrer los pasillos que llevan hasta la tumba de Susana, de limpiar la placa con su nombre, porque el enamorado iba a venir.
Los restos de Susana Ibarra de Scherer fueron exhumados y luego los volvieran a enterrar, pero esta vez con Julio.
16:30 horas. Cuatro trabajadores bajan el féretro con el cuerpo del periodista que se atrevió a preguntar “¿Por qué?” un día después de la matanza de estudiantes en Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968. Lo hacen despacio ante la mirada atónita de familiares del “decano del periodismo mexicano”, como lo ha llamado el diario El País.
Julio Scherer ha vuelto al panteón Francés después de un largo rato de no hacerlo. Pero ahora para reunirse definitivamente con Susana.
Desde lejos una Rosalba dolida se despide del enamorado.
“Qué bonito que ya estén juntos ¿no?”, balbucea Rosalba al borde del llanto.
El periodista definido por periodistas
Rafael Rodríguez Castañeda, director de la revista Proceso, semanario que en diciembre de 1976 fundó Scherer y que presidió durante 20 años, está seguro de que Julio no murió.
“No muere al morir... Deja una semilla firmemente puesta en aquellos medios, no muchos por desgracia, que creen que su filosofía del periodismo, su verticalidad, su honestidad profesional, su valentía, su compromiso sin concesiones en favor de la verdad, es digna de ser seguida”, afirma el periodista.
Rodríguez Castañeda no titubea al depositar su esperanza de que Scherer García siga viviendo en las nuevas generaciones.
“Más allá de su valor intrínseco a lo largo de su vida profesional es que dejen una escuela (...) Si las nuevas generaciones lo toman como ejemplo su partida no es una pérdida total”, afirmó.
Por su parte, Carmen Aristegui, resaltó la importancia de Scherer en la lucha por la libertad de expresión en el país.
“No se puede entender al país que somos en muchos sentidos, en su parte luminosa sin la existencia de Julio Scherer, sin su definitiva participación en el periodismo mexicano”.
La periodista recalcó también la característica cercanía de Scherer García con el poder.
"Una manera de ejercer a la prensa desde la perspectiva critica, independiente. Cercana para obtener información, pero lejana para procesarla en el trabajo cotidiano de poder. El gran hombre que entendió como pocos las entrañas de la complejidad mexicana", aseguró.
Raymundo Rivapalacios, lo definió como el símbolo más sólido de la prensa independiente en México.
“Fue una especie de piolet que martillaba todas las semanas el autoritarismo mexicano”, afirmó.
Julio Scherer murió a las 04:30 de la mañana de este 7 de enero de 2015, luego de dar batallas contra los problemas gastrointestinales que lo aquejaban desde hace dos años y que lo llevaron a estar hospitalizado al menos en dos ocasiones en ese lapso de tiempo.
El nieto de Hugo Scherer – un banquero alemán que llegó a México a mediados del siglo XIX para instalarse en la alta sociedad durante la dictadura de Porfirio Díaz– fue enterrado en la tumba que visitó durante 24 años. Don Julio cumpliría 89 años el próximo 7 de abril.
Scherer García dejó plasmada su pasión por el periodismo y por su esposa Susana, en los libros El poder: historias de familia; Estos años; Salinas y su imperio; Cárceles; Parte de Guerra, en coautoría con Carlos Monsiváis; Máxima seguridad; Pinochet, vivir matando; Tiempo de saber: Prensa y poder en México, en coautoría con Carlos Monsiváis; Los patriotas. De Tlatelolco a la guerra sucia; El perdón imposible (FCE) (Versión ampliada de Pinochet, vivir matando); El indio que mató al padre Pro; La pareja; La terca memoria; La reina del Pacífico; Allende en llamas; Secuestrados; Historias de muerte y corrupción; Calderón de cuerpo entero; Vivir; y Niños en el crimen.

martes, 9 de diciembre de 2014

‘El Apóstol’ de La Luz del Mundo


Samuel Joaquín Flores, líder de la Iglesia La Luz del Mundo, quien falleció ayer a los 77 años, consolidó por 50 años la congregación religiosa que creó su padre Aarón Joaquín González.
El jerarca llamado "El Apóstol" nació en Guadalajara  y fue parte del cuerpo ministerial de la iglesia La Luz del Mundo en Nayarit, previo a tomar el liderazgo de la congregación, el 9 de junio de 1964.

A Flores se le reconoce por su labor en favor de su comunidad en materia de educación, salud y cultura; sin embargo, su principal logro fue la expansión de su iglesia a 48 países de los cinco continentes.

La Luz del Mundo es la iglesia que más ha crecido en México en los últimos años, con un total de un millón y medio de fieles. En total tiene más de cinco millones alrededor del mundo.

Según datos del vocero del líder religioso, Eliázer Gutiérrez Avelar, citados porEl Informador, La Luz del Mundo marcha hacia la consolidación de centros de acción en diversos países como los que tiene en Estados Unidos, Italia, España y naciones latinoamericanas, así como en Oceanía.

Además, destacó que la iglesia consolidó instituciones que traen beneficios en materia educativa, hospitalaria y cultural.

Detalló que se crearon desde secundarias hasta instituciones de educación superior, además de hospitales y acciones de promoción de la cultura como la casa Hogar Bethesda, las librerías Berea, coros musicales y el espacio de convivencia juvenil la Viña Jezreel. Estos son varios ejemplos de la obra de Samuel Joaquín Flores en México y el extranjero.

Sus escándalos

Según información de Milenio, a Samuel Joaquín Flores se le acusó en 1988 de abusar sexualmente de un grupo de mujeres. Aunque el caso fue cerrado al no poderse comprobar los dichos de las demandantes.

Asimismo, en 1997, un hombre lo acusó de haberlo violado cuando él era menor de edad.

En 2004, se expusieron otros casos de abusos de Joaquín Flores en una serie de reportajes televisivos.

Finalmente, en 2008, el líder religioso adquirió una propiedad en Texas con un valor de 1.7 millones de dólares, en el que Samuel Flores tenía un zoológico privado con animales exóticos.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Los Peatones / Por Federico Ling Sanz Cerrada

En varias ocasiones he hecho comparaciones entre México y Estados Unidos, tratando de descifrar aquellas cosas que funcionan mejor en uno u otro lado. La intención no ha sido catalogar a los países como “mejores” o “peores”, sino más bien tomar elementos de aquello que funciona de manera más eficiente y ordenada (o mejor) en cada lugar, y dar cuenta con esa experiencia, para hacerla del conocimiento de todos, tratando siempre que México se consolide y se desarrolle.

Por supuesto no todo funciona mejor en Estados Unidos; para ello he puesto en muchas ocasiones los ejemplos del metro, el servicio de televisión por cable, los servicios médicos, etcétera. No obstante lo anterior, una cosa que sin lugar a dudas funciona mejor en Estados Unidos es el respeto al peatón.

He tenido la oportunidad de visitar algunos países a lo largo de mi vida, y debo admitir que, pese a todo, las reglas de urbanidad en este respecto en la ciudad de México y en otros lados del país corresponden a una tribu de salvajes (incluyéndome a mí mismo, porque yo también he sido conductor en ella).
No sé si este problema sea algo estructural que sufrimos en Latinoamérica, pues el único país que conozco de la región (además de México) es Argentina, y al llegar al hotel, la gente me advirtió que tuviera mucho cuidado de los automovilistas, puesto que no me respetarían al caminar por dichas calles.
Quizá pensaron que provenía enteramente de Washington, y no sabían que toda mi vida adulta la viví en el Distrito Federal, donde las cosas son francamente iguales.

En Washington, cuando uno estudia el reglamento de tránsito para tramitar su licencia de conducir – me gusta bromear que es más fácil ingresar a Harvard que aprobar el examen de manejo, por la dificultad que éste presenta – una de las reglas básicas que le preguntan a uno es qué hacer si un peatón se atraviesa la calle, se pasa el alto (el de los peatones, claro), o quién tiene el sentido de preferencia.
 En cualquier caso la respuesta es siempre la misma: el peatón, sin importar las circunstancias (por supuesto que se puede multar a una persona que atraviesa a media calle o se pasa el alto caminando).
Ahora bien, he podido visitar otras ciudades de los Estados Unidos en donde los peatones jamás cruzan a media calle o se pasan el alto (exceptuando quizá también a Nueva York y Chicago). No obstante que en Washington los peatones son poco respetuosos de las señales, los conductores son extremadamente cuidadosos de jamás cerrarle el paso a un peatón.
Las multas son estratosféricamente altas si un policía lo descubre a uno haciendo esto. O peor aún, si un conductor no ve a un peatón y le “avienta el carro”, es casi seguro que se disculpará con la persona y le (casi) rogará que la perdone. Aún y cuando el peatón haya tenido la culpa (que no suele ser tan seguido).
En cada viaje que hago a la ciudad de México me enoja que los automovilistas no respeten al peatón. Creo que muchas veces me gusta más caminar que tomar un automóvil (si es posible), pero la manera de conducir de los que habitamos (alguna vez) el Distrito Federal me disuade normalmente. 
Nada más frustrante que observar cómo los conductores, desde la excelsitud de su fortaleza móvil, juegan siempre a llegar primero que el peatón. Y cuando alguno de ellos decide “ceder” el paso al peatón, la persona que va caminando debe agradecer a su magnánimo benefactor (a pesar que está estipulado como una obligación en el reglamento de tránsito del Distrito Federal y de casi todas las ciudades de México).

Cuando me han cedido el paso (precisamente sobre las líneas de paso peatonal preferencial) y he osado no darle las gracias al conductor, recuerdo bien que uno de ellos me respondió a gritos: “De nada, pinche cabrón malagradecido”. Yo le respondí: Es tu obligación. Y claro, todos mis amigos me dijeron que el que estaba mal era yo. 
Pero me niego a pensar eso. Y también debo admitir que la otra parte le toca a quienes hemos caminado y sido peatones: no cruzar en alto, no cruzar a media calle, utilizar los puentes peatones, etc. Es una cuestión de responsabilidad mutua. Tanto unos como otros debemos poner más cuidado en ello.

En resumidas cuentas, me niego a pensar que en México no podemos ser más civilizados en materia de convivencia social urbana, y que no podemos seguir las reglas mínimas de darle el paso al peatón y que éstos crucen por las esquinas. Esto no tiene que ver con cumplir el reglamento solamente, sino se trata que aquel que puede más (como el automóvil) proteja al que puede menos (el peatón) cuando se enfrentan en un cruce y que el peatón utilice los elementos de que dispone para su cuidado. Es una cuestión elemental. Pero en México parece que el puede más se sale con la suya, a costa del que puede menos y como el peatón se sabe desprotegido, se cruza donde se le da la gana. Solo porque puede, y porque quiere y porque así fuimos educados. Me niego rotundamente a pensar que es nuestro destino y que quien está mal soy yo y que jamás vamos a cambiar.

El desarrollo cívico y social comienza por cosas tan simples como esta: respetar al peatón cuando cruza en una esquina y que el peatón siga las reglas. Quien respeta en lo poco – como el reglamento de tránsito – también respeta en lo mucho y así sucesivamente podríamos ser una sociedad que tenga mejor convivencia entre todos.

@fedeling

martes, 14 de octubre de 2014

Chavorruco intelectual / Jorge Torres Bernal

Somos la Generación X, la más pálida generación en la historia, la más insulsa, la menos abrasiva, la que no supo cómo llamarse porque no había nada trascendente que destacar y se puso una equis, como quien carece de firma, analfabetas de la historia incapaces de hacer otra cosa más que convertirnos en nexo, transición o eslabón perdido entre una generación y otra.
Eso somos y eso hemos sido.
Hasta ahora…
Nosotros, los hijos de la transición, los que crecimos con impresora de matriz y teléfonos de disco estamos viviendo una profunda crisis de (en este momento es cuando hago una pausa para seguir comiéndome unos cheetos con salsa) la media edad o middle age crisis, el hecho es que nos sentimos del nabo, queremos salir corriendo, nos ejercitamos más que nunca para seguir siendo jóvenes, creamos a un monstruo social llamado “chavorruco” cuya especialidad es hacer el ridículo tratando de vivir en un tiempo que ya no existe, vistiendo y hablando como una persona que no se es, estacionado en el 2000 tratando de revivir glorias pasadas, como si eso fuera el fuego del fénix que los reviviera de sus cenizas.
El deseo de gritar, el “pinche insomnio” que todos publican en sus redes, la ansiedad dominical, todo esto lo inventamos nosotros porque nos educaron pensando que debíamos cumplir con un esquema para poder vivir en sociedad y es precisamente aquí que algunos individuos han decidido no atenerse a dichas reglas.
Como respuesta muestral del universo de estudio, algunos hombres y algunas mujeres han decidido pasados sus 30 años ser libres y buscar su felicidad, hacer lo que les apasiona y romper cadenas, quemar las naves pues, hacer lo que se les, maldita sea, antoje.
La Generación X está encontrando de manera tardía su voz en donde aparentemente nunca la hubo, en aquellos individuos que se hartaron del maldito trabajo que odiaban, del esposo infiel, de la mujer florero, del fuckin´ comedor igual al de todos, del mismo arte, las mismas bolsas, el mismo alcohol y las mismas prostitutas.
Es una respuesta delirante, no furiosa sino fulgurante, un oasis egoísta de algunas y algunos que han decidido vivir su vida día a día haciendo lo que más les gusta, es como bien lo dijo mi amigo Andrés Jaquez en nuestros intercambios sociológicos, una suerte de “functional beat", en donde de manera atípica los integrantes de esta generación encuentran de manera tardía la interpretación del mundo que les rodea y su desdoblaje en expresiones puramente lúdicas.
Nuestra Generación dará a la historia a los mejores artistas, las voces más claras de su ideología, espera y verás.
Es querer hacer las cosas bien.
Y hacerlas.
Mientras muevo velozmente los dedos (el tic me ha quedado como respuesta a una desvelada) me pongo a pensar en los miles y miles de hombres y mujeres que tienen el mismo comedor, las mismas blusas, el mismo coche, la misma esposa, el mismo empleado y el mismo jefe, la misma maldita rutina todos los días.
Los mismos viernes, los mismos sábados y los mismos domingos. El mismo corte de pelo y el mismo bigote y la misma jodida crítica a lo que se salga del guión orwelliano que se ha instalado en su existencia.
Hace tiempo, andando en la moto, me preguntaron que a qué grupo de motociclistas pertenecía, la pregunta me hizo reflexionar en por qué nunca he pertenecido a alguno: me gusta rodar solo. Y en este mundo sin prismas pareciera que todos vivimos en Pleasantville.
A algunos ya les ha besado en la boca la tragedia del despertar, el parto duele pero lo mejor está por llegar.
Para seguir es necesario renunciar (por alguna razón recuerdo a Arjona, mi archienemigo, cuya lírica insultante se entromete en mi vida como un bandido kitsch).
Romper las ataduras (argh! Coehlo) quemar las naves (Carlos Cuauhtémoc) y perderle el miedo a la vida.
Hace algunos años una persona me dijo: “nadie sabe lo que gana cuando pierde la vergüenza” y tenía razón, pero habrá que perderla de verdad para hacer que esta columna viva.
Y que vivir valga la pena.
Celebremos a las ovejas negras de nuestras familias, todas las familias tienen una…
…y un Gallo Negro también.

Charlemos sin vergüenza en @_TORRESBERNAL

martes, 7 de octubre de 2014

Nuestros jardines secretos

Por María Teresa Priego

Los “amorosos” se encierran en su isla. La piel contra la piel. Los “amorosos”, escuchan la tormenta y se abrazan como si cruzaran el mar en una barca fragilísima, (porque el amor está lleno de fragilidades) e invencible (porque el amor está lleno de fuerza). No sólo estalla el cielo, en tantas noches de tormenta. ¿Cómo se llega al amor? ¿Cómo se llega al deseo? La piel, la verdadera, la profunda está hecha de palabras. Creo.

Imaginarios, ternuras, evocaciones, sutilezas. Palabras que nombran la singularidad de cada elección. La confianza. Ese momento en que una escucha a la otra persona, y sabe que quisiera beberse sus palabras. Es más, se las está bebiendo. Sabe que intenta adentrarse en su historia como si explorara una selva extraordinaria, con una lamparita en la mano. Me la imagino, esa selva inquietante, hipnótica, sensual, como una pintura del aduanero Rousseau.

Rousseau.



“¿Quién eres? ¿Quién has sido? ¿Qué anhelas tú a solas frente a ti mismo? ¿Qué anhelas conmigo?” Y todos los viceversas, por supuesto. “¿Cuál es ese imán que me jala hacia ti, como si te reconociera?” Y al mismo tiempo, qué peligroso sería imaginar que “te reconozco”, si ese punto de partida tan verdadero, me impide ir a buscarte. Cada vez, ir a buscarte. Porque a estas alturas ya sé, que por momentos, puede que corras a ocultarte detrás de las piedras de la isla, para que yo no te vea. Y ya sé, a qué punto puedo convertirme en una tortuga que esconde la cabeza y sólo ofrece su caparazón. Silenciosa, asustada, egoísta. Eso somos, también, eso somos. Nuestra felicidad de amar, y nuestro pánico de amar. “Permíteme acercarme a ti. Dime de ti”.

“Ven”, se dicen ellos. “Ven”, nos decimos. “Acá, en nuestra isla, puedes ser el que eres, los que eres. Acá, en nuestra isla, puedo ser la que soy, las que soy”. Y qué miedo da, qué miedo. Entregarse. Qué miedo da saber que no hay manera de construir esa isla/fortaleza, sin llegar al encuentro con el pecho desprotegido y el corazón en la mano. Ni para donde moverse. La isla única, la soñada, no acepta simulacros. Pero los hemos vivido, ¿no es cierto?

Los simulacros. O porque una/o se confunde o porque la/el otra/o se confunde. O los dos. O porque hay quien sea capaz de mentir en lo fundamental, de mentirle con toda la mala voluntad a la otra persona, o simple y dolorosamente: se mintió a sí mismo. O porque nadie le mintió a nadie, pero el tiempo pasa, las cosas cambian, las personas nos desencontramos.

Todas/os “sabemos” muy pronto de la traición, y todas/os temblamos muy pronto de miedo ante el amor. Es decir, ante la amenaza de perder el amor. ¿Quizá desde la infancia? Más lo que se acumula. Pero sí, es muy probable que en la mayoría de los casos, los focos rojos que nos señalan los “peligros” del amor, hayan comenzado a iluminarse en la infancia. Aunque nos amaran, o porque no nos amaron, o porque sí, pero no entendimos, porque hay hogares en donde el amor se da, como un dolor que se desparrama por todos lados.

Las posibilidades son tantas, casi infinitas. Pero, ¿quién no sabe lo que es sentirse el ser más solitario y abandonado del mundo a mitad del recreo? ¿Quién no lloró mordiendo su almohada bajo el techo de infancia, mientras planeaba su fuga –con un atadito echado al hombro- para escapar de esa sensación de no ser “elegido” por sus objetos de amor? La indefensión.

Rousseau.



“¿Y si te muestras indefenso ante mí, qué voy a hacer con tu indefensión?”. “¿Y si me muestro indefensa ante ti, qué vas a hacer con mi indefensión?”. Hemos vivido, y ya “sabemos”, o creemos que sabemos. Muy pronto en la vida de casi todos, ya “sabemos”: el amor es la más grande promesa de vida. El amor es uno de los riesgos más grandes en la vida. Cuando se critica “la ceguera del amor romántico”, ¿a qué nos referimos? ¿Cuáles son las opciones? ¿Existe un enamoramiento que no sea romántico y que no esté atravesado por la idealización de la persona amada y de la relación misma? Remo buscando, pero no se me ocurre.

Quizá el punto no es lo “inadecuado” del amor romántico de cuyas pasiones y poesías no sería bonito (ni necesario, ni deseable) prescindir, sino, ¿qué viene después? ¿Cómo resiste el “enamoramiento” las pruebas –inevitables- que van surgiendo con el tiempo? ¿Es capaz el enamoramiento de transitar hasta el amor? No es que el amor excluya al enamoramiento, pareciera más bien que el amor es la tierra firme en la que dos personas se abrazan, el espacio en el que construyen “certidumbres” , y que el enamoramiento va y viene, como un péndulo.

“Mira lo que provocas”, dice él, porque hay tormentas personales que se confunden en la noche, con la tormenta de allá afuera. Pero quizá él no sabe, no, que esa mujer que les digo, esa a la que quizá espío desde una ventana como si fuera otra, esa que es una y no lo es, tiene unas ganas arteras de soltarse a llorar. Lloraría por todo, esa noche, se sumaría con su llanto a la furia del agua. No sé si decir que llora de felicidad, o de las ternuras después del placer. No, no sería exacto. No está “feliz”. Está trastocada, trastornada. Apacible, enternecidamente, loca.

Está confundida, de esa manera en la que nos sucede cuando los cuerpos se con-funden. Cuando se juntan en unos segundos todos los acumulados de amor y desamor de una vida. Una no los piensa, no. Una no se acuerda en el momento del abrazo más profundo y verdadero, que alguna vez experimentó algo parecido en el año de gracia de 1970, o que una no recibió ese abrazo en el año de desgracia de 1977. O en cualquier otro momento de su vida. Es más inmediato, más sensorial, más intenso.

Esa sensación de un dique interior que se disuelve. Un dique que se deshace y se esparce alrededor de la cama como piecitas de confeti. “Quién me lo hubiera dicho, qué barbaridad… ese dique construido ladrillito tras ladrillito, con tanta meticulosidad y aplicación. Con tanto esmero y cobardía. Quién se lo hubiera dicho: miles de papelitos de colores volando alrededor. “Un día me dices cómo lo lograste, un día me dices cómo lo logramos”. “¿Y tu dique tuyo?”.

Rousseau.



El amor nos hace más nobles, más generosos, más humanos. Es cierto. Pero esa mujer a la que espío, tiene un cierto temor de considerarlo así, como quien da por hecho. ¿Y si me duermo por andar sintiéndome tan “buena”? ¿Y si me confundo porque me siento “generosa”? ¿Cómo dejarse ir, y estar atenta? ¿Cómo estar consciente –sin perseguirse- de que nuestros deseos están plagados de contra-deseos? ¿Y si detrás del dique convertido en confeti hay otros diques? O fosos con lagartos, o puentes levadizos.

No es lo mismo construir certidumbre y lealtad, que dar por hecho. Quisiera pensar que la certidumbre se construye en la mutua gratitud, y en un fluir feliz cuando fluye, y en un detenerse con humildad el uno frente a la otra, la una frente a la otra, el uno frente al otro, cuando no fluye. Dar por hecho, en cambio, es aventar lejos la lamparita que nos guía en la exploración de esa selva siempre por descubrir que es la otra persona. Olvidar la lamparita. Dejar de buscar, de ofrecer y ofrecerse, dejar de sorprenderse y de jugar. Dar por hecho es ser ingratos con la vida. Dar por hecho es la catatonia, el anquilosamiento, la repetición de los días. El río, nunca es el mismo. Nunca.

Los “amorosos” se esconden, saben que allá afuera está la ciudad, y la olvidan. Saben que el absoluto no existe, y lo inventan. Saben, como en el poema de Paul Verlaine: “Llora en mi corazón/ Como llueve en la ciudad…”. Sin la tristeza que sigue en el poema. El corazón se llueve también en lo entrañable. Los amorosos escondidos se muestran, se exponen. El uno frente a la otra se muestran.

Están expuestos en la fragilidad de la isla, de la barquita. Dicen cantidad de palabras importantes y cantidad de tonterías importantes. “Eres una delicia, como un mango Manila comido justo debajo de su árbol, con las manos y embarrándose hasta las orejas”.

Así, dicen cantidad de palabras extravagantes y hasta caníbales. Las dicen, y entre ellos se entienden. Las dicen, y no se avergüenzan.

@Marteresapriego

martes, 26 de agosto de 2014

La ‘ladrona’ de un chile en nogada

Por María Teresa Pliego

“Recuerdo que una tarde, como oyera un leve ruido en el cuarto vecino al mío, pregunté en voz alta: “¿Quién anda por ahí?” Y la voz de una criada recién llegada de su pueblo contestó: “No es nadie, señor, soy yo”.No sólo nos disimulamos a nosotros mismos y nos hacemos transparentes y fantasmales; también disimulamos la existencia de nuestros semejantes. No quiero decir que los ignoremos o los hagamos menos, actos deliberados y soberbios. Los disimulamos de manera más definitiva y radical: Los ninguneamos. El ninguneo es una operación que consiste en hacer de Alguien, ninguno. La nada de pronto se individualiza, se hace cuerpo y ojos, se hace Ninguno…”: Octavio Paz en El laberinto de la soledad.
“¿Puede hablar el sujeto subalterno?”. Gayatri Spivak.
Pareciera la escena de una obra de teatro de denuncia. Podría haberla escrito Rosario Castellanos en Balún Canán, cuando describía los tonos y actos despóticos de los terratenientes chiapanecos contra sus trabajadores, en los años cincuenta. Como si el tiempo se hubiera detenido, en lo que nunca debió existir. Una cocina. Una voz de mujer increpa a otra mujer. La primera voz corresponde a ese personaje que suele llamarse “la señora de la casa”. La segunda voz corresponde a ese personaje que suele llamarse “la trabajadora del hogar”. No sólo se le llama así, no sólo: “La sirvienta, la criada, la mucama, la fámula, la chacha, la gata”. Y esa palabra  -en principio- tan bonita: “Gata”, se convierte en un insulto, cada una de esas palabras lo es.  En el vocabulario misógino “la gata” se deslizó hasta convertirse en un significante que designa a una mujer “vulgar”, “fácil”,  “que no merece ser respetada”.
¡Oh, no! La pobreza no es sinónimo de vulgaridad. No son “vulgares” ni el hambre, ni el miedo, ni el desamparo, ni la urgencia de tener un trabajo, ni las largas horas de transporte público. No son “vulgares”, ni la falta de oportunidades, ni la imposibilidad de acceder a la educación formal, ni las sandalias de plástico y los vestidos modestos.  La humildad, no tiene nada de vulgar. La señora contó sus chiles, y se declaró “abusada”, planeó su ofensiva… se habrá sentido Margaret Thatcher, en pleno conflicto de las islas Malvinas, apoyada –además- por su valeroso e intrépido lugarteniente del hogar, suponemos que su esposo.  Ese deseo de humillar, ese enfermo insaciable, ras de tierra deseo de humillar. Esa tan canalla necesidad. Par de cobardes.
“¿Entonces es un robo, o no?”. “¿Cómo te pudiste haber comido dos chiles en nogada?”. “¿No te dio mucha pena agarrar un traste de mi casa y llevarte un chile en nogada para alguien de tu familia?”. “Se te da de sobra, no se te mide la comida”, exclama, tiembla y se estremece la perseguidora, ante -su propia- inefable bondad. “Claro que tengo la razón”,  ataca el  aguerrido lugarteniente con su tono de salvador de almas perdidas. ¿Qué habrán fantaseado juntos –ella y él- cuando planeaban “el desembarco de tropas” en la cocina? La señora y el señor A, acosan a una mujer que trabaja para ellos, y a la que por la dignidad de sus respuestas, por la suavidad de su voz, por su infinita paciencia, voy a llamar aquí “la Mujer Educada”.
Fue la señora de A (que las diosas le conserven sus delirantes fantasías de impunidad pre-redes sociales) quien subió el video a su cuenta de Facebook y a la de youtube, con el mensaje: “Entre más conozco a la gente, más quiero a mi perro”.  Todo eso, y ni más ni menos. No, no era  una autocrítica, ella es “la justiciera”. La defensora de los “verdaderos valores” de las “familias de bien”.
¿Cuánto tiempo invirtió el dúo dinámico en planear la emboscada: atraparla en la cocina a su hora de salida? “Sí, casi cuando se vaya”. “Ordénale que abra su bolsa”. “Tú la interrogas, yo la grabo”. “Si no acepta que es una ladrona, yo intervengo”.  Si ella lo hizo público fue para probar que en su casa si queda clarito “quien manda”. Ella sí que sabe llevar “con mano dura”, su inmenso reino. Se coronó en su cocina la señora de A. Fanfarrias. Y luego a una le da por espeluznarse ante los “patriarcas”, tomando la palabra en su sentido de hombres que ejercen de manera abusiva el poder. No olvidemos, por favor a las matriarcas. El abuso es el mismo.
La “venganza” y su chivo expiatorio
Habrán corrido al sofá de su sala: Miran el video, quedan extasiados. La operación para desenmascarar a la delincuente ha sido un éxito. Toda la amargura de sus vidas está a punto de ser resarcida en la inminente exhibición de la grandeza de ambos. No, no los conozco. ¿Por qué hablo entonces de amargura? Porque me parece imposible que dos seres que saben agradecer la llegada del sol cuando amanece, sean capaces de un revanchismo semejante.  Imposible que dos seres capaces de la mínima empatía, se desbarranquen así, hasta la ignominia. Los “afectados”, ejecutaron su venganza, pero la venganza  que les era tan emocionalmente indispensable no puede ser –realmente- contra la Mujer Educada, no, ella está allí en calidad de chivo expiatorio. ¿Por qué contra ella? Porque es la persona más frágil. Porque no tiene un contrato de trabajo, porque no tiene derecho a prestaciones, porque la ley no la protege, porque pertenece a una clase social vulnerable, porque toda ella es vulnerable. Y así se lo decimos, y así lo escucha todos los días de su vida.
Porque su trabajo no es considerado un trabajo, porque no hay nada que reconocerle ni que agradecerle.  Porque no existe para ellos. Porque es menos humana en esa su entrañable humanidad de mujer humilde. Es probable también que el despotismo “magnánimo” de la señora y el señor A vengan de alguna extravagante convicción centrada en las diferencias inscritas en el fenotipo.  Como escribió Hortensia Moreno: “el colorímetro mexicano”. ¿Por qué contra ella? Porque con ella se lo pueden permitir. Así de simple y sin mayor trámite moral.  Porque la injusticia social empecinada, el clasismo, el racismo, los legitiman. Porque los valores se trastocan, y la humildad (el tono de voz apacible de la Mujer Educada que responde, sus explicaciones) se convierten en un acicate para seguirla acosando. Querían verla vencida, derrotada, humillada. No lo lograron. La diferencia de calidades morales entre ellos y ella es avasallante.
Me imagino que al momento de subir el video la señora de A, comenzó a esperar ansiosa las felicitaciones y el ¡Bravo! Generalizado de su entorno. Clap, clap, clap. Muchos “Me gusta”. Qué prensa la que esperaba la vengadora anónima a punto de hacerse pública, qué bárbara. No había nada en esa escena que hiciera pensar al señor y a la señora de A que tenían que avergonzarse. Al contrario, mostraban su  savoir faire, lo “hábiles” que son para dar lecciones y funcionar en equipo. Ellos “no se dejan”. El honor de  una pequeño burguesía pretenciosa y puritana, moralina e inmoral,  ha sido salvado. Me hubiera encantado embarrarles en los rostros los chiles en nogada. ¿Quién se creen los “ninguneadores”? Los que convierten a la otra en “ninguna”, parafraseando a Paz. Pero los déspotas se embarraron solititos. Clap, clap, clap.
Las redes sociales
Las redes sociales y el profundo deseo de convertirnos –poco a poco- en una sociedad distinta. “Una persona le reprocha haber publicado el video y señala que es ‘mezquino negarle una posibilidad de trabajo a esta mujer, acorralándola, grabándola, con todo el potencial a tu favor, y subiéndola al Facebook’”.La mujer, que se define como activista por los derechos de los animales, respondió que está ‘cansada’ de que todos ‘le muerdan la mano’, y acusó que aunque a su empleada se les respetaban sus horas laborales y se les pagaban puntualmente; ‘trató de abusar’”, nota de la Redacción, en La Silla Rota. “Se les respetaban sus horas laborales” y hasta “le pagaban puntualmente”. Es enorme.
Y es una escena que transparenta sin piedad la realidad –en muchísimos casos- de esas mujeres que se sienten “patronas”, y su relación con las trabajadoras del hogar. Ellas les hacen el favor a una “descastada”, a una “peladita”, y “la peladita”, “muerde la mano que la alimenta”. La Mujer Educada limpia, lava, plancha, cocina, hace mandados. Se inclina y recoge, se inclina, se inclina.  Dice “por favor”, “discúlpeme”, da las gracias.  Y se gana en una jornada agotadora su salario miserable y sus alimentos. “No te contamos la comida…” dice la cuenta chiles en el video. ¿Cuánto le paga? ¿Cuánto? ¿Cómo se atreve?
Creo que es muy importante que todas/os escuchemos y miremos meticulosamente este video. Me dio dolor, indignación, rabia….luego me dio miedo. Un miedo intenso por esos señor y señora a que todas/os corremos el riesgo de llevar dentro.
 Qué bueno que los “justicieros” hicieron la grabación. Qué bueno que esas palabras intercambiadas  entre los “poderosos” y su víctima hayan recorrido las calles.
Espero que CONAPRED reciba pronto una denuncia contra los acosadores, y que ellos a su vez, reciban la sanción moral que corresponde.
Abrir su bolsa, “los señores” tienen derecho a pedírselo. “Un sector marginado y maltratado y el menosprecio con el cual se habla de ellas: ‘las sirvientas’, las ‘gatas’ o las ‘chachas’ es la expresión semántica de un clasismo y un racismo arraigados que florecen en el núcleo familiar”, del texto de Sergio Aguayo en “Dos mundos bajo el mismo techo. Trabajo del hogar y no discriminación”, colección Matices, Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. (Enlace debajo de este texto).
EL SEÑOR Y LA SEÑORA DE A QUE TODAS/OS CORREMOS EL RIESGO DE LLEVAR DENTRO.
Espero que nos detengamos ante esta escena, no sólo para rechazarla con todo, sino para cuestionarnos. Esa manera que tienen hombres y mujeres de decir: “La chacha”, ese tono de voz que pone en juego todos los elementos inherentes a la discriminación: el intento de sentirse superior descalificando al otro, la certeza de que basta con asignarle a alguien el lado oscuro de la acera, para convertirse en segundos en seres luminosos. Esa prepotencia de los “amos” que viven convencidos de que pueden permitírselo casi todo. Ante los que están en situación de vulnerabilidad, claro. Suele ser el mismo quien humilla a quienes se encuentran en situación de fragilidad, que quien corre a hacerle caravanas a quienes a su vez, le parecen poderosos. Con los perritos ellos son buenos. No hay rivalidad en su trato con ellos. Me imagino, no hay manera de saberlo a ciencia cierta.
"Comes de lo que nosotros comemos", le dice a un ser humano la defensora de los perritos.
Esa injusticia social que permite un mundo de amos…y que convierte la humildad en un defecto. Ellos se sienten “buenos”, tan justos, tan considerados y tan buenos. La manera brutal en la que se naturaliza la injusticia social. Eso.
La Mujer educada se disculpa. Ella. Se disculpa por el trastecito de plástico, y porque no se comió los chiles y los guardó en su bolsa para su hijo.
“Nadie puede comerse dos chiles en nogada”.
“Estás mintiendo”.
“Es un robo, acéptalo”.
No basta con rechazar con todo el corazón al señor y a la señora de A.
Tenemos que cambiar de una en uno. Tenemos que cambiar.
Comencemos por dudar cada una/o de sí mismo: ¿Estoy segura de que no llevo dentro a una matrona como la señora de A?
Agazapada, silenciosa, artera.
¿Estoy segura de que no discrimino?
¿No uso esos tonos, esa prepotencia?
¿Estoy segura de que no vuelco mis imposibilidades en los otros a través del desprecio?
A la señora de A...
Gracias por la lección, de toda lo que una/o no quisiera ser nunca en la vida.
De todo lo que nos queda por cambiar.
En este enlace se puede descargar  la obra colectiva: “Dos mundos bajo el mismo techo. Trabajo del hogar y no discriminación”.
Colección Matices. CONAPRED.

miércoles, 13 de agosto de 2014

¿Quién decide el futuro de las ciudades?


Por Laura Ballesteros / diputada

La construcción del tren México-Toluca debe sentar un precedente en la forma cómo la autoridad se coordina entre los distintos órdenes de gobierno, así como en la manera en la que rinde cuentas a una sociedad cada vez más integrada en una de las zonas metropolitanas más importantes del mundo.

Un cambio de paradigma que tenga impacto en los hechos. Pocas veces en la historia de México el derecho ciudadano a la movilidad ha sido abordado como en el presente. A nivel local se demostró que las ciudades pueden dotarse de legislación avanzada que transforme su rostro urbano, como es el caso de la nueva Ley de Movilidad del Distrito Federal. En lo nacional, el mismo Plan Nacional de Desarrollo y el Plan Nacional de Infraestructura, muestran un compromiso más claro y un objetivo más sofisticado en la importancia que tiene la movilidad en el bienestar de los mexicanos.

Del papel y la planeación a los hechos. Éstos y otros ejemplos sustantivos muestran que existe una plataforma para lograr y documentar mejores prácticas en materia de movilidad. Sin embargo, debemos reconocer que esta plataforma es una condición necesaria, pero no suficiente en el objetivo compartido de contar con sistemas integrados de transporte seguros y de calidad que en la cotidianidad representen alivios a los tiempos y costos que los usuarios le destinan semana con semana.

Una vía de tren por sí sola no hace primavera. La construcción del tren México-Toluca y la obra del Viaducto Periférico-Santa Fe requieren ser acompañadas de un ambicioso programa integral de planeación, de forma que ambas signifiquen un reordenamiento de los flujos de transporte en el Poniente de la ciudad de México y de la zona conurbada del estado de México. Planeación que requiere de una amplia coordinación entre autoridades, reserva de recursos económicos y alternativas para aminorar los impactos en la movilidad de los ciudadanos durante los periodos de construcción.

Todo empieza por la transparencia. A efecto de facilitar la coordinación entre autoridades y de que la sociedad en su conjunto tenga claros los beneficios de las obras, es necesario crear los mecanismos específicos de transparencia que facilitarán el acompañamiento en la generación de infraestructura. Socializar los detalles del proyecto, las fases de construcción, las acciones de mitigación de impacto urbano, ambiental y económico, así como las medidas paralelas que deberán ser ejecutadas por los gobiernos del estado de México y del Distrito Federal, son claves para que los beneficios sean verdaderamente sociales y no macro obras que sólo sirven para la foto... y para ahondar el caos vial. Hoy, la tecnología y la Ley Federal de Transparencia son las vías para ordenar este proceso de colaboración administrativa interinstitucional y de rendición de cuentas a la sociedad.

Recursos que sirvan para la creación de un Plan Metropolitano de Movilidad. Ante la carencia de una agenda clara para el desarrollo de las ciudades que sea consecuente con los mismos planteamientos generales establecidos en el Plan Nacional de Desarrollo, hoy las decisiones de crecimiento urbano, infraestructura y de movilidad parecen estar siendo tomadas por los dueños de grandes capitales que buscan, más que satisfacer las necesidades de la ciudadanía, encontrar buenas oportunidades de negocio. La creación de un Plan Metropolitano de Movilidad es una oportunidad de oro para romper con este lastre y dejar el futuro de las ciudades en manos de sus habitantes y de la coordinación entre gobernantes a través de una visión competitiva y sustentable.

Será fundamental la asignación de un porcentaje del presupuesto del proyecto de tren interurbano para financiar estudios de accesibilidad, impacto urbano y espacio público. Asimismo, será necesaria la intervención de un tercer actor que goce de credibilidad nacional e internacional para hacer los estudios de impacto urbano, ambiental y movilidad.

Aprovechemos el andamiaje institucional. La zona metropolitana del valle de México cuenta con mecanismos institucionales que en el pasado han facilitado foros de coordinación entre autoridades, y que con las nuevas disposiciones jurídicas y planteamientos de desarrollo, pueden mejorar el diálogo y concertación entre órdenes de gobierno. Ejemplos de ello son la Comisión Metropolitana de Transporte y Vialidad, la Comisión Ambiental de la Megalópolis, o inclusive, mesas de trabajo exprofeso para que la planeación y ejecución del tren interurbano genere mejor movilidad y no más nudos viales.

El reto es trascender al anuncio de las grandes obras y empezar a sentar nuevos paradigmas a favor de la movilidad urbana, a favor de sistemas de transporte seguros, sustentables y eficientes. Veamos hasta dónde la autoridad federal y los gobiernos metropolitanos están dispuestos a ello.

@LBallesterosM