miércoles, 12 de febrero de 2014

Intimidades colectivas

Por Joel Hernández Santiago

El 31 de agosto de 1997 murió la princesa de Gales, Diana; Lady Di, como se le conocía. Esa noche salió de un restaurante en París junto con su compañero Dodi Al-Fayed. Subieron al vehículo que conduciría su chofer Henri Paul; éste –se dice en las investigaciones- había consumido alcohol y antidepresivos. Afuera del lugar estaba un grupo de paparazzi que iniciaron la persecución para obtener fotografías ‘comprometedoras’. El chofer aceleró el vehículo tratando de evadir a los persecutores-fotógrafos. En el Puente del Alma perdió el control y se produjo el accidente. Murieron los tres.

Las fotografías las querían vender los paparazzi a ‘revistas del corazón’ les pagan bien por ellas. Las hacen convertir en escándalo. Las entregan frescas como lechuga para que sus lectores o público –si es medio electrónico o digital- satisfaga la voracidad de saber cómo viven estos poderosos y ‘de qué pie cojean’: todo se vale ahí… ¿Sirve de algo?

En 1936 fue un escándalo mundial el caso de Eduardo VIII de Inglaterra quien –se dice- abdicó por el amor de una estadounidense Wallis Simpson. Y durante casi 75 años aquello se informó como una dulce historia de amor. Los amantes del periodismo de intimidades hurgaron en aquellas vidas milagrosas que lo perdían todo por ganar todo. Luego se supo que nada, que el famoso Eduardo VIII pudo ser abdicable por sus simpatías con el régimen de Adolfo Hitler en Alemania…

Historias de esta naturaleza van y vienen. Es, digamos, parte de un componente frívolo en el ánimo colectivo. Pero ¿en verdad importa? Que es decir: ¿es importante en términos de Estado-gobierno-poder político-poder público?

Apenas hace unos días se filtró que el presidente de Francia, Francois Hollande tenía relaciones secretas con la actriz Julie Gayet, y los famosísimos paparazzi entregaron fotos del mandatario galo saliendo de noche del departamento de la señora Gayet las que fueron publicadas de inmediato en una revista sin mayores alcances nacionales e internacionales, pero el famoso señor Hollande dijo que demandaría a la publicación por publicar esa ‘historia falsa’: Y se hizo noticia.

… Luego del desmentido vino la aceptación políticamente correcta del hecho, pero también la separación de su pareja formal, la señora Valerie Trierweiler, quien había ocupado el puesto marital que antes tuvo la política socialista francesa Ségoléne Royale…  Escándalo nacional e internacional. Luego no pasa nada.

Como tampoco cuando el ex presidente francés Nicolas Sarkozy se separó de su esposa para convertir en primera dama a la señora Carla Bruni. “Que es un escándalo dicen…”

No cambiaron las cosas de la gran política nacional e internacional en Estados Unidos cuando se supo que el entonces presidente William Clinton y la practicante Mónica Lewinsky tuvieron relaciones íntimas en la Casa Blanca (Por cierto, mientras ocurría lo que ocurrió, el presidente de México, Ernesto Zedillo estaba en la antesala, en espera de su reunión con el presidente de Estados Unidos)…

 … Aquello fue un estruendo mediático. Una sacudida a la moral estadounidense tan conservadora que es. Luego una explicación pública que sanó la imagen presidencial y punto. Cambio de página.

Hace unos días volvió la cargada hacia una presunta relación del presidente Clinton –mientras lo fue- con la actriz Liz Hurley. De nuevo el escándalo. Clinton que ya sabe de estas historias guardó silencio. La actriz lo negó… Y a otra cosa, mariposa.

Recién saltó otra rana: la de que el presidente de Estados Unidos, Barak Obama había tenido ‘una relación’ con la cantante Beyoncé. Escándalo mundial. Sonrisitas de “¿no que no tronabas pistolita?”. Aclaraciones leves. Desmentidos. Ningún estruendo mayor. ¿Si fue? ¿Qué pasó? ¿Si no fue? ¿Qué pasa?

El periodismo es una actividad de grandes responsabilidades. Con frecuencia, en este mundo de la información ocurren encuentros distantes, aun si se sustentan en la libertad de expresión y la libertad de imprenta: ambas intocables. Sagradas.

Y en ese mundo de nuestras libertades hay quienes gustan de informar y de presentar vidas íntimas ilustres. Vidas que tienen que ver con lo privadísimo de actores sociales y que pertenece a sólo a ellos y, cierto: será sólo responsabilidad de ellos si la mantienen en la zona de sus propios derechos y libertades sin daño para sus actos de mando o gobierno: sin daño para gobernados y en el ámbito de responsabilidades, pues. ¿Quién tiene derecho a irrumpir en ellas? ¿Quién se puede atribuir el mandato de airear sábanas ajenas para dar señas de lo que ocurrió en ellas?

Pero está ahí. Es información que nutre a millones de seres humanos cuyas vidas se depositan en la vida de otros. O quieren encontrarse en esas vidas. O satisfacen su indignación en contra del poder público conociendo las ‘bajezas’ de las que son capaces los mandamases del mundo.

Es un público que poco atiende a los grandes temas del mundo que gira incansable y que nos muestra facetas trágicas o dolorosas o terribles; y que también nos  muestra alcances y logros del humano cuando quiere ser constructivo y armónico y solidario. Reflexión-arte-cultura-solaz…

Es una lástima que los ojos de muchos en el mundo se queden arrobados con esta información que puede llegar a costar vidas, respetabilidad, dignidades. Mientras, fuera de estos informes  hay un mundo enorme que puede ser visto y oído en otros términos sin tener que ventilar nuestras propias sábanas.

Correo:  jhsantiago@prodigy.net.mx

Twitter: @joelhsantiago

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