miércoles, 17 de julio de 2013

Jóvenes rechazados

Las grandes instituciones como la UNAM, UAM e IPN aplican un examen de conocimientos como método de admisión, estando conscientes que será una absoluta minoría quién pueda ingresar a éstas.

Al resto, a la mayoría de los rechazados, simplemente se les ignora. No se les da información suficiente o tampoco se les dice que alternativas tienen para continuar sus estudios. Por el contrario. El día de los exámenes en que se ve a miles de padres esperando, desesperados y preocupados por el futuro de sus hijos, pululan representantes de escuelas privadas ofreciendo publicidad ofertando espacios con pagos de distinto monto.

Cuando la mayoría de los jóvenes se entera que fue rechazado, no cuenta con una segunda opción educativa por parte del Estado. Muchos jóvenes entran en depresión porque saben que sus padres no cuentan con recursos para pagar una escuela privada y saben que deben entrar al mercado de trabajo, posiblemente de manera provisional, pero lo más seguro, insertos sin remedio en ese camino.

Sus padres apenas atinan a sugerir:

-Ni modo hijo, tendrás que trabajar mientras que esperas un nuevo examen.

Los jóvenes al conocer el mercado laboral, se percatan que los empresarios los esperan con ansiedad para explotarlos a placer. Estos saben que pueden aguantar mayores horas de trabajo y soportar pésimas condiciones de trabajo. Lo más grave recibir míseros salarios que no resuelven la posibilidad de trabajar y estudiar al mismo tiempo.

El mercado de trabajo, formal e informal, engulle a los jóvenes ante la falta de espacios educativos, pero otros son atraídos por grupos delictivos que les ofrecen mayores ganancias de manera fácil sin estar sujetos a un horario de trabajo o pesadas cargas de trabajo. Otros más encuentran la puerta falsa de las drogas y el alcoholismo para alejarse a su manera de ese mundo real que los rechaza y no les ofrece mejores opciones.

La creación de un programa emergente por parte de la SEP es un paliativo que no resuelve de fondo este problema. Se anuncia por parte de la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior, ofrecer 6 mil lugares con pagos de mil pesos mensuales para facilitar el acceso de jóvenes rechazados.

A otros 8 mil 212 se les ofrecerán espacios en la modalidad escolarizada o presencial y a otros 20 mil a través de la educación a distancia.

Hay sectores en la sociedad que no tienen interés en atender este problema. Lo ven como un mal menor o un fenómeno que por su magnitud es inmanejable. Cada vez que se discuten los presupuestos en la Cámara de Diputados las universidades no tienen prioridad.

Este problema no debe ser solo la responsabilidad de una dependencia de gobierno, sino de la sociedad entera para diseñar un problema que se ha vuelto estructural. La falta de inversión en la investigación y de mejora en el nivel de estudios de los mexicanos, redunda en la pobreza de nuestro país ante una mayor dependencia económica.

Redunda en el incremento de delincuencia. Más del 70 por ciento de los delitos que se cometen en México son patrimoniales y son los jóvenes la mayor presa.

Pareciera que conviene al sistema que haya jóvenes sin opciones educativas para contar con mano de obra barata a quien se pueda explotar. Pareciera que la opción que se busca es fortalecer la educación privada y debilitar la opción de las escuelas e instituciones públicas.

La opción de mantenerlas en el mismo presupuesto, e incrementarlo exclusivamente al nivel de la inflación, es una manera de cerrar opciones de crecimiento. Parece causarles pánico a algunos gobernantes que los jóvenes tengan más información y más educación. Una sociedad dormida y carente de formación profesional es más fácil de controlar.

Otros jóvenes, en lugar de permanecer como observadores o lamentarse, han decidido organizarse, hacer protestas y exigir al gobierno federal de respuestas responsables a esta demanda. El gobierno debe atender estos reclamos.

El gobierno no puede eludir su responsabilidad para ofrecer una educación pública y gratuita. Los partidos políticos deben entender que su tarea no está limitada en participar en elecciones o diseñar acuerdos en la cúpula, lejos de los problemas nacionales. Es tiempo que el Estado de una respuesta a este grave problema que padecen miles de jóvenes que ahora no tienen respuesta.

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